Editorial

El nuevo aluvión zoológico
*Por Hugo Delgado
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El mismo país, la misma clase media, el mismo terror (que en muchos casos ni siquiera es a perder lo que tienen, sino a que “ellos tengan lo mismo que yo sin mi mismo sacrificio”), el mismo desprecio que en un tiempo que parecía enterrado en el olvido sus antepasados de clase sintieron por los migrantes internos que abandonaban la siesta de las provincias para llegar a la capital.

Dicen las malas lenguas que el 37% de los argentinos muestra rasgos xenófobos según algunas encuestas.

Dicen otras malas lenguas que lo del Indoamericano sirvió además para posicionar a Mauricio Macri como el candidato de esos sectores xenófobos.
Dicen otras malas lenguas que todo estuvo orquestado por la mente de Eduardo Duhalde y operado a través de sus punteros (Ritondo del Pro, dicen las mismas fuentes, es uno de esos (sus) hombres).
Dicen esas malas lenguas que no en vano todo ocurrió apenas un par de días antes de su lanzamiento y mientras el hablaba de seguridad y represión.

Todo esto se dice y la verdad es que nada de parece inverosímil, pero por cierto nada de esto forma parte de este editorial, sino que es su introducción.

El tema que me propongo abordar tiene que ver con otra cuestión, con los miedos y los odios.
Más allá de los personajes que se hicieron famosos “haciendo de vecinos” en varias tomas a la vez, lo real es que también participaron muchos vecinos reales con el mismo odio.
La pregunta que cabría realizarse aquí es: ¿De dónde surge ese odio?

He escuchado a muchas personas, incluso amigos insospechados racistas proponer en estos días desde deportación compulsiva hasta “palos y a la calle”.

Creo que una de las preguntas que primero deberíamos hacernos es si realmente hay hoy más inmigrantes extranjeros que hace un mes y luego analizar cuanto hace que estas personas que están tomando un terreno viven en la Argentina.

Solo voy a decir en estas líneas que no estoy a favor de ninguna postura extrema.

Ni apoyo las tomas como solución al conflicto habitacional ni creo que haya que reprimirlas.
Solo diré que creo que debemos replantearnos algunas cuestiones.

La Constitución dice “para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino” y creo que es hora de modificar eso, si realmente no están de acuerdo y poner en blanco sobre negro que están excluidos los bolivianos; peruanos y paraguayos y si es en la Patagonia los chilenos y/o cualquier otro sector que pueda alterar el ánimo de los miembros de la clase media.

Lo cierto y lo real es que con esta cuestión otros temas salieron a relucir, como el famoso “se quedan con nuestro trabajo”, latiguillo de cabecera de todas las sociedades xenófobas del mundo.
Ahora yo me pregunto ¿Con qué tipo de trabajo se quedan? La verdad es que conozco muy pocos argentinos que trabajen gustosos cavando zanjas o de peones de albañil (salvo que vivan en el exterior).
Lo cierto es que existen algunas personas, y esto no se puede negar, que viven de “tomar tierras” y también algo se debería hacer al respecto, pero no podemos ignorar que hoy en día existen muchos argentinos que no tienen un hogar digno ni un pedazo de tierra donde edificarlo.

Mi punto de vista es que debería encararse de inmediato una acción profunda, basada en ley, por la cual se creara un censo de habitantes sin vivienda y realizar una entrega de terrenos fiscales, en condiciones de habitabilidad, y acompañado de un monto de crédito destinado a materiales de construcción para viviendas, con un título de propiedad intransferible de por vida y con la prohibición tajante de alquilar o transferir el bien. La Nación ha regalado inmensas extensiones de tierras a las familias patricias ¿porqué no hacerlo con pequeñas parcelas al resto de los habitantes que hoy las necesiten?

Finalmente y para ir redondeando esta nota que no tiene otra pretensión que irritarnos para generar un debate necesario, me gustaría conocer el pensamiento de quienes postulan el amor divino.

En épocas tan cercanas a las festividades navideñas no he escuchado a los representantes de la iglesia católica, ni al locuaz rebino Bergman dar a conocer su posición sobre la situación de estas personas.

¿Será que no desean enfrentarse con sus seguidores? ¿O será que sus opiniones están encontradas con la prédica de su fe? Este es el momento de mostrar toda la piedad mística.
¿O será que acaso se les acabó cuando se compadecieron con los ruralistas?

 
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