Editorial
*Por Hugo Delgado
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Qué y cómo hacer con la policía parece ser el dilema de estos días en que a falta de propuestas alternativas quienes necesitan criticar al gobierno cabalgan sobre el latiguillo de la inseguridad. Ahora bien, municipalizar la seguridad ¡¿es la respuesta?!
Todo el mundo se ha lanzado de manera desbocada por estos días a opinar sobre que hacer y como hacerlo con la policía en el plano municipal.
Más allá de las aprensiones entendibles de muchos Intendentes sobre como garantizar el funcionamiento a través del traspaso de los fondos desde provincia para no generar municipios con seguridad de primera y otros de octava, lo real es que el tema da mucha tela para cortar.
Quienes se encolumnan en el sector que decididamente apoya esta iniciativa ponen el acento en la importancia de conocer a los agentes del orden, de saber sus nombres, donde viven, la importancia; en fin; de ser vecinos y desde allí traccionar en pos de un mejor desempeño en las labores. Punto que, por cierto, no deja de tener algún tipo de razón.
Por otro lado desde quienes no ven con buenos ojos la iniciativa se plantea el gran interrogante de como hacer para que la existencia de numerosos cuerpos del orden se complementen en cuanto al desarrollo de su tarea.
Por ejemplo, una de las dudas más planteadas es como se trabajaría en un terreno en el cual cruzando una calle se sumiría a los agentes del orden en la más absoluta impotencia ante la pérdida de su jurisdicción municipal.
Por otra parte quienes se manifiestan en contra también señalan con suma preocupación que esta medida traería aparejada una nueva vuelta de tuerca en la ya de por si alarmante diferencia entre municipios ricos y pobres.
Seguramente no sería la misma capacidad de financiación la que poseerían municipios como San Isidro; Vicente López y Tigre, por nombrar algunos de los más ricos; que la que podrían tener otros municipios caracterizados como “pobres”, tal los casos de Florencio Varela; La Matanza o municipio chicos como Ezeiza; Presidente Perón y San Vicente.
Hasta aquí apoyos y objeciones vinculadas a lo estrictamente funcional, hasta podríamos decir técnico, del asunto.
Sin embargo a mi humilde entender el problema mayor de este asunto radica en otra cuestión mucho más sensible.
La policía está caracterizada por el ejercicio arbitrario de la fuerza y frecuentemente incurre en hechos de parcialidad que la ponen en cuestión dentro de la sociedad. Ahora bien, ¿qué pasaría si esta fuerza, en vez de depender del gobierno provincial pasa a depender de los gobiernos municipales?
¿Qué hubiera pasado si los temibles barones del conurbano hubieran contado con fuerzas de choque uniformadas a su servicio?
Quizás el flanco más débil de este proyecto no se encuentre en sus aspectos negativos formales, sino en la infinita potencialidad de aspectos negativos no existentes desde el enunciado, pero posibles de ocurrir en la práctica.
Hace un par de semanas la sociedad se estremeció con la noticia de patotas al mando de Jesús Cariglino, amedrentando a sus propios vecinos que reclamaban por casos de mala praxis en hospitales municipales.
¿Puede alguien imaginarse los límites que esos aprietes alcanzarían si, en vez de tratarse de fuerzas de choque civiles se tratara de la fuerza policial?
¿Es acaso descabellado imaginar a estos pequeños ejércitos plantando evidencias, apretando opositores o espantando vecinos molestos?
Este aspecto, esta verdadera Caja de Pandora que puede abrirse con una policía municipal es lo que realmente alarma.
La existencia de cuerpos de seguridad libanizados en decenas de cuerpos independientes y compitiendo entre si por tener “su” municipio “limpio” a cualquier costo, por ejemplo tirando “la basura” al municipio de al lado.
La existencia de acuerdos para que “vayan a robar a otros municipios, pero que acá no jodan”, creando una suerte de paraísos de seguridad a fuerza de pactar con el delito.
Soy conciente que muchos dirán que esto que escribo puede ser o no ser, ya que en definitiva se trata solo de una especulación por la negativa, pero... Si puede ser o no ser en definitiva solo dependerá del azar que salga bien o mal el asunto.
Y yo me pregunto que vecino está dispuesto a jugar su seguridad, ya no se ser o no asaltado, sino incluso de pensar, manifestarse y hasta expresar ideas políticas en una “cara o seca”.
Mientras la cuestión siga siendo, como hasta ahora parece ser, una cuestión de buena fe y buena voluntad, al menos a mi modesto entender, el tema de la policía municipal es salir de Guatemala y meterse en Guatepeor.