Editorial

Un cambio de paradigma
*Por Hugo Delgado
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Muchas veces se ha hablado de la educación como herramienta de cambio en la sociedad.
Quienes lo hacen sostienen, con no poca razón, que son fundamentales los niños como transmisores de valores hacia el seno de su grupo familiar.

En ese marco resulta importante detenerse en algunos detalles que, como es habitual pasan desapercibidos a los “medios del sistema” a los que comenzaremos a denominar a partir de aquí “los medios del capital” o “los medios” a secas, entendiendo por ellos a aquellos medios de comunicación que pertenecen a grupos del capital concentrado, y casi siempre vinculados a redes empresariales que defienden intereses sectoriales de esos mismos grupos, antes que prestar atención al compromiso tácito que un medio tiene con sus lectores - oyentes - televidentes y no a todos los medios en general.

Pero volviendo al tema que nos convoca y a las escuelas, es lamentable ver como en todo Latinoamérica ciudades; calles y instituciones llevan el nombre de asesinos, torturadores, ladrones, traidores a la patria y represores.

Es en ese marco donde pareciera comenzar a darse en nuestro país la construcción de un nuevo paradigma.

Hace apenas unos días, como corolario de una intensa actividad institucional, una escuela primaria, la Número 44 de Rafael Calzada retiró el nombre que se le había asignado, Coronel Ramón Lorenzo Falcón e instauró uno nuevo, el de Marta margarita Mastrángelo, docente; dirigente gremial; Consejera Escolar; desaparecida por la última dictadura cívico militar.
¿Dónde radica el cambio de paradigma?

En que nuestro país está lleno de calles con nombres de represores y genocidas. Julio Argentino Roca, sin ir más lejos es uno de ellos, y lo mismo ocurre con este señor Falcón que fue jefe de la policía y responsable de numerosas muertes de obreros y activistas gremiales y políticos durante las acciones represivas que su fuerza realizó.

El tema es que no queda allí la historia, sino que estos asesinos al servicio del capital concentrado y del proyecto de país para unos pocos solo tenían hasta aquí que disfrutar de las prebendas por sus horrorosos actos y esperar la muerte para pasar a ser una plaza; una calle; una ciudad; la foto de un billete.

Triste realidad la de un país, una sociedad, que premia a los torturadores y asesinos de sus hijos con la imposición de sus nombres a ámbitos públicos.

Así se mezclaban en nuestro país “la biblia y el calefón” hasta que un Presidente decidió que los dictadores no debían ser honrados y decidió bajar sus cuadros, no a escondidas, no de madrugada, sino en un acto público.

Así podían esperar los futuros asesinos y torturadores su turno escondidos en algún resquicio social hasta cumplir su cometido y esperar en un retiro pacífico la jubilación, la muerte y la calle hasta hace no muchos años en Argentina, pero ya no.

Quienes hoy imaginen su futuro como torturador; dictador; asesino o represor debe saber que, aún en caso de tener éxito en su cometido, le esperará en algún momento de la historia el repudio y el escarnio.

Le esperará a la vuelta de la vida el retiro deshonroso de su imagen y su nombre de alguna calle, plaza o escuela, el repudio popular.

Mucho resta aún por hacer en esta sociedad que se sigue construyendo difícil y dolorosamente sobre sus heridas, pero este tipo de acciones, que no deben ser aisladas, que deben multiplicarse, arrojan la luminosa certeza que los cambios que se producen son profundos y vinieron para quedarse.

Hacemos desde aquí un reconocimiento fervoroso a toda la comunidad educativa de la escuela Número 44 Marta Margarita Mastrángelo de Rafael Calzada, reconocimiento basado en la certeza de que actos como los que ellos llevaron adelante son más valiosos que miles de palabras bonitas no respaldadas por hechos.

Ahora debemos ir por el resto de los Falcón que aún subsisten en nuestra sociedad agazapados, escondidos, transitando a hurtadillas por la democracia con su carga destituyente.

No a escondidas o en silencio.

A plena luz del día, con una gran fiesta, como supo hacer aquel Presidente que nos llenó de orgullo, retirando a la vista de todos sus nombres que ofenden a una sociedad que quiere crecer en los principios democráticos de la igualdad de derechos y la libertad de ideas.

Vayamos por ellos para que nunca más, pero efectivamente nunca más, un grupete de facciosos desencajados pueda siquiera fantasear con cambiar el rumbo de los designios populares en favor de sus mezquinos intereses minoritarios.

Es una deuda pendiente no solo con aquellos que cayeron por una sociedad mejor sino por cada uno de nuestros hijos por venir.

 
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