Editorial
*Por Hugo Delgado
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En el transcurso de esta semana el ex presidente uruguayo Tabaré Vásquez sorprendió a propios y extraños con un sincericidio inesperado.
En medio de la más importante ola de integración de América Latina el ex jefe de gobierno charrúa se despachó diciendo que junto a miembros de su gabinete habían evaluado un conflicto bélico con Argentina.
Para restarle el profundo impacto que su frase tuvo ante un nutrido grupo de estudiantes argentinos dijo luego que su jefe de las fuerzas armadas le dijo que era un disparate porque “solo tenían cinco aviones”.
Luego agregó también sin ponerse colorado que pidió al gobierno usamericano que presione a Argentina en su favor y decidieron acercar posiciones con el gobierno del Gran Hermano del Norte para que fueran sus eventuales aliados en un conflicto armado con sus vecinos rioplatenses.
Todo, absolutamente todo es un gran paso de baile en una comedia grotesca del ex mandatario autoproclamado socialista.
Como resultado de las duras repercusiones que tuvo su confesión Tabaré Vásquez anunció solo veinticuatro horas después su abandono de la actividad política. En un acto reflejo algunos sectores del Frente Amplio uruguayo salieron a respaldarlo y a pedirle que reconsidere su actitud.
Volviendo al motivo de estos juegos mentales de guerra del oncólogo montevideano, tienen que ver con el conflicto diplomático desatado entre ambos países por la instalación en el margen uruguayo del Río Uruguay que divide a este país de Argentina de una pastera (fábrica de pasta de papel) la más grande de Latinoamérica. El reclamo argentino tuvo que ver con que existe un protocolo sobre el Río Uruguay firmado por ambos países, los que se comprometen a no contaminar el mismo y a consultar al otro en caso de iniciar un emprendimiento que pueda dañarlo.
Esto generó que ambientalistas argentinos cortaran el paso a Uruguay en la provincia de Entre Ríos y que se presentará un reclamo en la Corte Internacional de La Haya.
En medio de estas cuestiones es que Tabaré, este indigno hijo de… Artigas evaluó una confrontación militar con sus vecinos. El mismo Nín Novoa, su vicepresidente, lo ratificó en sus dichos.
Lo terrible de este tipo de acción no es que lo haya dicho, sino que evaluara realizarlo. Terrible si tomamos conciencia que muchas veces elegimos para gobernar a sujetos con serios problemas mentales que pueden llevarnos a la guerra.
Tabaré ha invocado como pretexto para sus delirios belicistas una supuesta agresividad del gobierno argentino que los medios del país rioplatense desmintieron reproduciendo discursos de época del ex presidente Néstor Kirchner, quien en todo momento habla del 'Hermano Pueblo Uruguayo'.
Mientras esto pasaba el presidente uruguayo jugaba al estratega y coqueteaba con el imperio para que lo apoyasen en una posible 'Guerra del Río de la Plata'.
Este hombre responde a esa curiosa ideología denominada 'Progre' que abarca todo tipo de ideas y mutaciones de supuestos representantes del campo popular. Son los que en Europa se auto titulan socialistas y aplican los planes salvajes del Fondo Monetario para que los pueblos paguen las deudas y los desfalcos de los bancos. Una suerte de verdugo bueno que nunca tiembla a la hora de cumplir su tarea, con el agregado que nos suele encontrar con la guardia baja porque todo el tiempo la juega de amigo.
Lo cierto es que a Tabaré no deberían aceptarle la renuncia a su actividad política y en un acto de dignidad y desagravio luego de rechazar la posibilidad de su renuncia deberían expulsarlo del partido del gobierno de la República Oriental del Uruguay.
Lo deben expulsar por cipayo; por payaso y por sobre todas las cosas por responder a intereses absolutamente ajenos a los que proclama su sector.
Es que Tabaré (qué lejos de aquel 'Gran Tabaré', cacique charrúa reivindicado por el poeta Tabaré Etcheverry) no solo ha atentado flagrantemente contra el proceso de unidad subcontinental en ciernes, sino que lo hizo al servicio de una empresa de capital extranjeros.
Sería algo así como si Colombia fuera a la guerra con Perú o Ecuador para resguardar intereses de la Coca Cola.