Editorial

Esa costumbre de censurar
*Por Hugo Delgado
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Estamos viviendo en los últimos días hechos verdaderamente preocupantes.
Hechos vinculados inequívocamente a la censura y al control social de las ideas.
Por un lado el Vaticano, gobernado por un ex militante de las juventudes hitleristas (un pecado de juventud, según se ha dicho) y por el otro el Federal Boreau of Investigations, el temido FBI han salido a dar muestras de la poca tolerancia que el poder establecido tiene (y tendrá) para con aquellos que tengan el atrevimiento de pensar distinto.
El Vaticano, único estado gobernado por una monarquía religiosa del mundo, a través de su otrora cuerpo de torturas físicas y hoy devenido en órgano de censura, El antiguo Tribunal del Santo Oficio, llamado ahora Congregación para la Doctrina de la Fe se encargó de censurar el libro de un pastor argentino publicado por una editorial religiosa de nuestro país y ordenó la desaparición de todo rastro del mismo, ya sea de catálogos; publicaciones, publicidades y venta.
Por el otro el FBI se convirtió en el brazo que blandea la cachiporra del Gran Hermano al detener el Nueva Zelanda a los directivos de Megaupload, un portal de descarga de películas y series.
Esta furiosa embestida de la oficina policíaca norteamericana sorprendió a propios y extraños debido a que siempre se habían dejado estos trapos sucios en manos de su hermana con peor prontuario, la CIA, Central de Inteligencia Americana, quien en un pasado no muy reciente derrocó presidentes en América Latina y enseñó a los militares de estos países como torturar a propios conciudadanos.
Asimismo esta acción es solo un paso dentro de la gran batalla que se apresta a dar el poder real de la nación del norte para limitar la libertad de expresión en la red a través de la que se ha denominado Ley Sopa, por sus siglas en inglés: Stop Online Piracy Act (Acta de cese a la piratería en línea) hasta ahora un proyecto de Ley que cuenta con el apoyo de legisladores tanto republicanos como demócratas, y que busca, bajo el pretexto de evitar la violación de los derechos de propiedad intelectual, coartar la libertad de expresión de la humanidad toda.
Lo terrible, lo verdaderamente terrible es que no se escuche la expresión indignada de los gobiernos de los distintos países del planeta, dado que de aprobarse esta ley los legisladores americanos habilitarían a sus organismos represivos a actuar en cualquier país del mundo donde consideraran que se viola esta.
Como se podrá apreciar, se trata de una nueva escalada represiva global del Gran Hermano del Norte, que además es mirada con simpatía por los sectores reaccionarios de alrededor del planeta que v en día a día como sus caros y poderosos medios de comunicación son desbordados por el efecto boca a boca o pantalla a pantalla de la contra información surgida a través de las herramientas que brinda la web.
Ya existen antecedentes en Europa, como el caso del reino Unido de la Gran Bretaña, otro país gobernado por una monarquía que se autoconsidera democrático, en donde durante manifestaciones y agitación social vivida el año pasado se consideraba un delito y en algunos casos un acto de terrorismo tener un Ipod o un celular desde el cual emitir twitts (mensajes breves) a través de la red social Twitter o enviar mensajes por la red social Facebook.
Sin darnos cuenta con el mensaje de sus medios monopólicos nos van infundiendo miedo y luego cabalgando en ese temor generado por ellos mismos se basan las políticas represivas que diseñan para evitar que se produzcan reclamos.
Mientras esto ocurre quienes deberían estar más interesados en el tema, los gobiernos populares y los sectores populares de todo el planeta parecen aún no haberse percatado del peligro más o menos inminente para nuestras libertades que estas acciones implican.
El miedo y la inseguridad, mientras tanto, siguen sirviendo para que gobierno conservadores ganen elecciones o para presionar a los gobiernos populares a resignar libertades individuales a costa de una supuesta seguridad difícil de comprobar en la realidad.
Día tras día escuchamos hablar de más y más cámaras que se instalan en la vía pública y mediante las cuales los ciudadanos vamos resignando nuestro humano derecho a la intimidad, a no ser escrutado mientras caminamos por la calle, hurgamos nuestras narices o nos rascamos el ombligo.
Día tras día nos acostumbramos a ver personas de extraños uniformes cuya sigla suele terminar en SRL o SA, armados y mirándonos como si fuéramos sospechosos de vaya a saber que delito.
Día tras día permitimos que se nos monitoree mediante nuestros teléfonos móviles; nuestras cuentas de internet y nuestros dispositivos móviles de computación personal sin nuestra autorización.
Nos bombardean luego con publicidades que no nos interesan y que rara vez nos preguntamos como nos llega, aunque no comprendemos que, así como saben que nos puede interesar comprar también tienen el conocimiento de que ideas políticas tenemos, a que club de fútbol, básquet o lo que sea seguimos y que canciones escuchamos y películas vemos.
Estamos rodeados y también vigilados y cuando lo decimos nos llaman paranoicos, pero al día siguiente financian una serie de TV o una película para advertirnos que si lo hacen y además tienen el poder de silenciarnos.
Alguna vez deberemos tomar conciencia y actuar en consecuencia.

 
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