Editorial

De eso no se habla
*Por Hugo Delgado
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La violencia contra la mujer es la más difundida y la menos reprobada en la práctica. Es la más propensa a ser tratada con una doble moral que no solo incluye su menosprecio, sino la más afectada por el doble discurso que divorcia al dicho del hecho.

Desde el comienzo de los tiempos las religiones han realizado todos los esfuerzos a su alcance por someter y sojuzgar a las mujeres reservándoles el rol de incubadoras de la descendencia familiar y personal doméstico o adorno, según la clase social a la que perteneciera.

Hoy que la mujer ha salido a ganar, de alguna manera incluso obligada, el pan para la mesa de sus hijos parece de la prehistoria la época en que tenía prohibido leer y escribir, ni que hablar de escribir poesía o dedicarse a la literatura. Sin embargo esos tiempos tan solo se remontan a algunas décadas atrás.

Un rol importante en este sometimiento lo jugó la Iglesia Católica que aún hoy tiene reservado un rol más que secundario a la mujer en su seno. La misma Iglesia Católica de asesinó a decenas de miles de mujeres en nombre de la defensa de la fe persiguiéndolas y torturándolas como brujas y herejes hasta quitarles la vida.

Hoy ese sometimiento se expresa en modos mucho más sutiles como la degradación psicológica; el maltrato hogareño y/o la desigualdad de salarios y oportunidades en el plano laboral.

Si bien es cierto que en comparación con un par de décadas atrás la mujer ha ido ganando espacios todavía resta mucho camino por recorrer.

Es que desde los medios de comunicación monopólicos aún se maneja la información con un contenido profundamente machista y si poner el asunto en lo terrible de los abusos de género.

Al amparo del silencio que les garantiza impunidad son cada vez más frecuentes los casos de asesinatos de mujeres por parte de sus parejas.

En algunos casos mueren asesinadas a balazos; en otros molidas a golpes e incluso en otros prendidas fuego por sus maridos; parejas o concubinos.

Este estigma de la violencia de género es una pústula social que atraviesa de manera transversal a la sociedad toda sin que queden a resguardo en ningún estamento de ella.

Es que cada vez más se comprueba que mujeres de hogares tanto pobres como de clases sociales acomodadas sufren este tipo de padecimiento.

En muchos casos la violencia no llega al golpe; la herida o la muerte, sin embargo no es por ello menos grave. La agresión psicológica, verbal, es muy frecuente en los hogares argentinos.

El insulto, la descalificación, el maltrato son la moneda corriente con que muchos hombres descargan sus frustraciones laborales y la presión que reciben a diario de la sociedad. El blanco de esta descarga: sus mujeres.

Tan violenta se ha vuelto la relación de puertas para adentro que desde hace algunos años se ha acuñado un termino para definir a estos casos cuando terminan de manera fatal: Femicidio.
El Femicidio

Si bien la resultante se puede corroborar en los hombres a edad madura, seguramente los orígenes de este trato desconsiderado hacia su par, su pareja, debamos buscarlo en la más tierna niñez.

Ya sea por provenir de un hogar violento y copiar conductas paternas, como por provenir de un hogar ultraconservador en el que la educación materna, incluso, tenga un profundo sesgo de menosprecio por el rol de la mujer.

Hoy ya plenamente adentrados en el siglo XXI parece ir quedando cada vez más atrás la impunidad de los femicidas.

No obstante hay aún mucha tarea por realizar; mucha conciencia por despertar; muchas cabeza por educar y por sobre todas las cosas mucho respeto por profesar, Esa es la tarea.

 
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