Editorial

Master en hipocresía
*Por Hugo Delgado
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Son empresas en muchos casos transnacionales, por lo general asociadas a algún importante tenedor de capital local, son terratenientes y latifundistas generados por el cambio de mano de la autoridad caprichosa, de los personeros de la colonia a la aristocracia terrateniente que no dudó en asociarse a intereses extranjeros como los de Gran Bretaña en el Siglo XIX para acrecentar su capital.

Son los que mandaban gauchos y negros a pelear por ellos a guerras de exterminio de nuestros hermanos aborígenes o a simples guerras comerciales contra países hermanos como el Paraguay que cometieron la terrible ofensa de considerarse soberanos.

Son los que se autoproclaman detentadores de la argentinidad, son quienes se califican a si mismos como los sostenedores del país, son El Campo Argentino.

Todos ellos han crecido en su poder económico al amparo de gobiernos antipopulares, cuando dictatoriales. Lo han hecho mediante sesiones escandalosas de tierras y sometimiento brutal de sus peones, por el látigo con los mensúes y cuando esto no alcanzaba con las balas (como en la Patagonia, aquellas trágicas jornadas tan bien retratadas por Osvaldo Bayer).

Ellos, que no son otra cosa que los grandes enemigos de las mayorías nacionales hoy dominan canales y diarios y radios; se “ensucian” con la política y tienen sus propios diputados y trabajan infatigables mañana, tarde y noche para lograr mantener y si es posible incrementar sus privilegios.

Esos mismos privilegios que les permiten sobrellevar la historia del país como repugnantes parásitos que chupan la sangre de sus obreros y que cuando estos se organizan y la clase trabajadora toma conciencia no dudaron en financiar en el pasado dictaduras asesinas.

Debemos comprender que son las personas finas y educadas que por la triste educación que hemos recibido propendemos a respetar en detrimento de quienes ellos mismos han esclavizado y de los que se han asegurado no tengan (en lo posible) instrucción alguna, para tener la menor capacidad posible de resistirse a su suerte.

Los trabajadores que utiliza “nuestro campo” se estiman en casi un millón trescientos mil campesinos, no obstante los registros de los organismos encargados de verificar la condición de los trabajadores solo tiene un poco más de cuatrocientos mil en blanco.

¿Y los otros ochocientos mil campesinos donde están inscriptos?

No hay que ser muy inteligente para darse cuenta que los luchadores de las cuatro por cuatro están negreando a dos tercios de sus trabajadores. Sin embargo ellos, que no han dudado en enchastrarse las manos de sangre dando sostén con uno de sus prohombres como José Alfredo Martínez de Hoz, por ejemplo, a la más atroz y criminal dictadura que registre la historia argentina, no se sonrojan siquiera cuando hablan de autoritarismo y cada tanto se les escapa el desprecio por los derechos de las mayorías y la democracia señalando la necesidad de cerrar el Congreso si no sirve a sus intereses o directamente voltear al gobierno.

Esos argentinos que en la historia de la Patria no han dudado en endeudarla; someterla al coloniaje extranjero; jaquear su soberanía son los que se autotitulan dueños y representativos de la argentinidad.

 
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