Editorial

Manipulando al Soberano
*Por Hugo Delgado
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Alguna vez, hace ya tiempo se hablaba de “educar al Soberano” en alusión a la importancia que tienen en el desarrollo de las civilizaciones desarrolladas los pueblos instruidos.

Si hoy nos fuéramos a guiar por las acciones de los medios podríamos modificar aquella expresión por la que da título a este editorial.

Es que realmente da mucha repulsión el modo desfachatado en que quienes oprimen a las mayorías mienten descaradamente.

Podemos comenzar por la más absoluta y descarada censura que se ejerce de manera férrea sobre determinados temas, como por ejemplo los nietos apropiados por cómplices de la dictadura, como parece ser el caso de la propietaria del Multimedios Clarín, Ernestina Herrera de Noble (digo, apropiadora) y cuyos hallazgos más recientes fueron directamente ignorados por los buques insignia del Grupo: el diario Clarín; el canal de noticias TN y Canal 13.

Pero no quedan allí los actos mendacidad; omisión, manipulación y engaño del Grupo Clarín.
Y es que no puede ser de otra manera si tomamos en cuenta su origen y sus métodos.
Hace ya más de treinta años, el ejemplo supremo de periodista de nuestro país, Rodolfo Walsh, demostraba con una tarea tan sencilla como ponerle el pecho a las circunstancias de la más atroz dictadura que los periodistas de los grandes medios y los medios en si mismos eran cómplices de Videla, Masera y Lambruschini. Lo hacía desde el más simple de los ejercicios periodísticos, los confrontaba con la verdad a través de ese invalorable legado de valor que fueron sus cables de la Agencia de Noticias Clandestina, ANCla.

Esos mismos cables que aportaron contenidos a la Carta Abierta a la Dictadura Militar que cuando iba a distribuir, el 24 de marzo de 1977 le costaron la vida.

Ya llegada la democracia, y disfrazados de demócratas, esos mismos señores que silenciaban las torturas; secuestros y desapariciones comenzaron a construir su relato parareal de los sucesos.
El más utilizado fue el de la ignorancia: “yo no sabía nada” esgrimieron como un coro de chacales, y a fuerza de machaque la mentira se volvió realidad.

Pero como dice el saber popular “se puede engañar a algunos por mucho tiempo, a muchos por algún tiempo, pero jamás a todos por todo el tiempo” y ese tiempo llegó.
El tiempo de que caigan las caretas llegó.

Uno puede preguntarse porque los periodistas no denunciaron los aberrantes métodos de Clarín y La Nación para apropiarse de Papel Prensa y así condicionar al resto del periodismo del país.
¡Muy simple!

Porque como también dice el dicho “entre bueyes no hay cornada” o para ser más específicos aún, hay que tener la cola limpia para poder hablar de la mierda ajena.

Y lamentablemente los “periodistas” que emergieron de la dictadura estaban todos enmierdados hasta la cintura como para poder decir algo si así lo hubieran querido hacer.

Hoy, en pleno Siglo XXI parece quedar más claro que nunca que los medios de comunicación, como cualquier otro sector de la producción, cuando se concentran en pocas manos solo pueden servir a las clases dominantes.

También queda en claro hoy que lo que se está librando en nuestras sociedades, si, nuestras, porque lo que ocurre en Argentina no es muy distinto de lo que ocurre en Brasil; Ecuador; Perú; Bolivia; Venezuela; Honduras y cualquier otro país que se nos ocurriera nombrar, es una verdadera batalla por el poder hegemónico.

No existe un monopolio, es cierto, pero existe un oligopolio con una clara pertenencia de clase (y esto se repite en todos los países) que se encarga de aplicar los correctivos necesarios a los gobiernos de turno y disciplinarlos.

Cuando esto no ocurre se apela a otros factores como la extorsión; la desestabilización y si es necesario se recurre (como ya hicieron en Honduras e intentaron hacer en Bolivia; Venezuela y Ecuador) al golpe de estado.

Golpes de estado que cuentan con el claro e inequívoco guiño de los Estados Unidos.
Y en eso estamos estimados amigos, en enfrentar a una poderosa hidra de mil cabezas, todas pestilentes y venenosas y desde luego potencialmente peligrosas para la democracia.

Muchos podrán presumir que el problema son las ganancias, pero no es así, si lo fuera no tendrían problemas con el gobierno de nuestro país porque hoy ganan mucho más que antes, el problema es El Pueblo.

Este sistema necesita imperiosamente un pueblo sometido y sojuzgado, lo más insensibilizado posible para que no se atreva a desafiar el poder.

Poder que no está vinculado a las ganancias, en última instancia, sino a la impunidad.
Ese instrumento que hoy, pese a todas las medidas que se han tomado aún no ha sido desafiado.

 
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