Opinión

El Poder, la Impunidad, el Desprecio y el Horror
*Por Hugo Delgado
direccion@elnuevopueblo.info


La espera llega a su fin y se sabrá finalmente la verdad.
La sociedad toda, víctima de un delito de lesa humanidad conocerá finalmente, al menos parte de la historia.
Es que la decisión de modificar su estrategia por parte del Grupo Clarín respecto a autorizar la extracción de sangre pone punto final a una historia de obscena impunidad que se extendió a lo largo de diez años.
La discusión hoy día versa sobre si serán o no hijos de desaparecidos Marcela y Felipe, y en realidad, creo yo, es un debate sobre ejes falsos.
¿Por qué digo esto?
Es que la verdadera discusión debería a mi criterio pasar por otro lado, otros lugares.
Que Felipe y Marcela sean hijos o no de las familias, casi trescientas, registradas en el banco de datos genéticos no demostrará nada. Mejor dicho, si resultara que ambos jóvenes no son hijos de las víctimas del terrorismo de estado cuyas familias aportaron su ADN al Banco Nacional de Datos Genéticos no aportará demasiado.
¿Por qué no?
Porque solo contribuirá a demostrar con certeza que no pertenecen a ese grupo de familias, pero no se modificará el hecho de que ambas criaturas hayan sido apropiadas, que su tenencia haya sido justificada con datos pueriles de tan inconsistentes y que ese mero hecho sea un delito.
Llegado a este punto comienzo a creer que en primer lugar se debió haber juzgado a esa señora por apropiación y recién después averiguar si las criaturas son hijos de desaparecidos o no.
¿O acaso no es un delito apropiarse un menor, de un ser humano en definitiva, sea hijo de quien sea, desaparecido o no?
Desde luego que el hecho de que sus padres sean víctimas del accionar del terrorismo de estado que contó con la complicidad explicita del diario que es propiedad de la señora es un terrible agravante, pero el delito existe más allá de que esto sea así o no.
Es curioso, muy curioso, como el devenir de la historia se ha burlado de los asesinos. Ellos pretendieron desaparecer sus crímenes atroces desapareciendo los cuerpos de sus víctimas, sin embargo estas víctimas vuelven una y otra ves sin descanso a reclamar que se haga justicia.
Es curioso que estos horribles seres humanos a los que la naturaleza en su sabiduría infinita les impidió reproducirse sean encontrados hoy a través de la sangre de los hijos de sus víctimas. Es doloroso, siempre, no poder tener hijos, pero en casos como estos, es un acto de justicia.
Mientras tanto nos olvidamos del detalle más siniestro, más cruel, más sádico de los apropiadores.
Para analizar este punto deberemos primero ponernos en clima. El señor Magneto insinuó a las Abuelas que Marcela y Felipe son hijos de víctimas del terrorismo de estado, es decir, son hijos de sus hijos, la sangre de su sangre que buscan incansablemente.
Ahora bien, luego de decir esto comenzó un largo período de diez años a través de los cuales estas mujeres, que ya han sido sometidas al dolor más extremo que pueda imaginar un ser humano, perder un hijo, que el propio hijo le sea arrebatado a uno, y torturado y todo lo demás que sufrieron nuestros desaparecidos; pero luego Magneto, Ernestina y el resto de sus esbirros inventaron una manera más de hacerlas sufrir. Les hicieron saber que allí mismo habían dos de sus nietos, pero que jamás sabrían los nietos de quienes eran.
Terrible, cruel, cínico y sádico comportamiento de personas que solo pueden considerarse seres humanos porque los animales jamás podrán tener comportamientos tan repugnantes.
Si finalmente el estudio del ADN de Marcela y Felipe dice que no son familiares de las familias que están registradas en el Banco y si luego la última de las familias comprueba que tampoco lo son y si el día de mañana se comprueba que eran hijos del jardinero o de cualquier otra persona a quien les fueron arrebatados, o hasta incluso se comprueba que no lo fueron, que simplemente alguien se lo regaló, Ernestina y Magneto habrán cometido el peor de los delitos.
Ellos dos y su runfla de leguleyos, escribas y demás seres desnaturalizados para los que burlarse del dolor humano es algo natural habrán provocado la agonía de mujeres mayores, que cometieron el delito de tener hijos, los que les fueron arrebatados a punta de picana y nietos que les fueron robados.
La agonía de vivir sus últimos años de vida pensando, día tras día, si no serían esos, sus nietos.
Mirando sus fotos, comparando su sonrisa con la de sus hijos, comparando el parecido mientras crecían.
Todo ese dolor solo por la soberbia impune de una mujer que supo cohabitar con los chacales más repugnantes que parió esta nación y acumular el poder necesario para burlarse de ellas, que en definitiva no es otra cosa que burlarse de todos nosotros.
Si el ADN de Marcela y Felipe no se corresponde con ninguna muestra de las que existen en la Base de datos del Banco Genético, al menos por ahora no se podrá enjuiciar por este tema sus apropiadores, pero serán responsables confesos de un hecho mucho más cruel, burlarse del dolor de un grupo de abuelas y perpetuarlo por diez años como una llaga.

 
© Diseño producciones BM