Editorial
*Por Hugo Delgado
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La visita a la Feria del Libro de Buenos Aires del Premio Nóbel Mario Vargas generó un ardiente debate en el ámbito político nacional.
El motivo del mismo fue la instalación de la prensa del establishment del intento de censurar al escritor devenido político peruano.
Ahora bien...
¿Qué es realmente censurar a alguien?
Y por sobre todas las cosas
¿Les importa realmente que se censure a estos señores?
¡En realidad no!
Hebe de Bonafini, siempre años luz delante del común de las personas, apeló a su característica lucidez y le entregó en mano al Premio Nóbel una carta pidiendo que se interese por la censura que reciben cuatro canales por parte del mayor grupo concentrado de medios del país.
¿Y qué hizo Vargas, que en sus discursos se autoproclamaba dispuesto a dar la vida porque sus adversarios pudieran expresarse?
Pues nada, como es lógico.
Porque tanto la reclamada libertad de expresión, como la libertad de prensa son considerados por la derecha (y quiero que quede claro que cuando me refiero a “la derecha” me refiero a los cómplices de la dictadura; a los socios de los que financiaron a la dictadura y a quienes les hacen discursos y les facilitan engañar a la gente a estos personeros nefastos) como un derecho, es decir, es un derecho no un izquierdo.
¿queda claro?
Lo real es que lo que se defiende aquí no es dinero ni poder, se defiende impunidad.
Impunidad que para don Paolo Rocca es no repartir seis mil millones de ganancias porque no se le da la gana y ofenderse si alguien tiene la ocurrencia de reclamar.
Impunidad es lo que tiene Ernestina Herrera, la nada noble, para decir que encontró dos chicos en el jardín y que el juez se los dio en custodia poco menos que “porque tiene cara de buena persona” y denunciar que es una perseguida porque la Justicia Argentina pretende que se atenga a la ley.
Eso es lo que está en juego hoy, la impunidad e mentir, de robar y asesinar sin rendir cuentas.
Y no solo eso, la impunidad de ofenderse si algún mortal tiene la peregrina idea de pedir que rindan cuentas.
Estas personas son aquellas viejas damas de la caridad que se reunían a jugar cartas y comer ricas tortas para juntar las migajas y dárselas a los pobres.
Y nos mienten, más o menos burdamente, porque al fin y al cabo es tanto el desprecio que nos tienen y tanto lo que nos subestiman que muchas veces ni siquiera se toman el esfuerzo de disimular sus mentiras.
Nos mienten cuando nos dicen que como estado somos ineficientes y rapaces y no podemos administrar nuestras empresas.
Nos mienten cuando dicen que al estatizar las AFJP “se le robaron las jubilaciones a nuestros viejitos” cuando en realidad se los privó de seguirle metiendo las manos en los bolsillos a todos los argentinos que quedaron indemnes en sus sucias manos manchadas de sangre.
Nos mienten cuando dicen que se los persigue por ser independientes. Ser opositor y antipopular no es ser independiente, es simplemente estar en contra del gobierno y en contra del Pueblo.
Nos mienten de manera cobarde y canalla acostumbrados a que desde este lado nunca se les responde porque...
(¿si se cae un árbol en el medio del bosque y nadie escucha que cae... Se cae realmente?).
Y eso nos pasaba, puteábamos, reclamábamos, gritábamos, pero como carecíamos de medios en realidad no emitíamos sonido.
Y ese sonido lo comenzamos a generar quienes nos expresábamos como comunicadores alternativos, en radios alternativas, allá por los finales de los ochenta, que ellos las llamaban clandestinas, otra mentira porque todos los vecinos sabían donde estábamos.
Y esa comunicación alternativa después se volvió más ambiciosa y se convirtió en alterativa siguiendo las enseñanzas de Rodolfo Walsh.
Y aquí llegamos, en pleno siglo XXI, donde la Agencia de Noticias Clandestinas fue reemplazada por el Blog.
Llegamos para quedarnos, como hace más de treinta años, con esa decisión que solemos tener quienes no tenemos nada que perder.
Cuando se aprobó la Ley de Medios un ferviente luchador por la Patria Clarinista me preguntó a modo de chicana “¿en qué te beneficia a vos esta Ley?”
Y yo le respondí con absoluta honestidad.
La verdad que en la práctica no me beneficia en nada todavía, pero si pone trabas a Clarín y a todos esos hijos de una recua de putas, ya es algo.