Editorial

Juremos con gloria vivir!
*Por Hugo Delgado
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Muchas veces me he preguntado que sienten ciertos personajes cuando cantan el Himno Nacional.

Los miró, los escruto, disecciono para tratar de adivinar que pasa por sus cabezas en el momento de entonar esas estrofas que resultan sagradas para muchos de nosotros.

¿Ustedes no lo han hecho?

¿Ninguno de ustedes se ha preguntado que pasará por la cabeza de algún fulano que saben repugnante, deleznable, mientras entona el himno?

Lo cierto es que por estos días, en diversos actos en que hubo ex combatientes argentinos en Malvinas fue realmente fuerte hacerlo.

Los miraba, con el respeto con que observo a quienes ponen hechos a las palabras y pensaba en esos seiscientos y pico de pibes caídos en combate en las Islas; no podía sacar de mi cabeza los más de mil trescientos muertos en el continente víctimas de la indiferencia triunfalista de una sociedad que prefería mirar para otro lado.

Duele.

Duele tener conciencia en una sociedad que por mucho tiempo no la tuvo, en una sociedad que compró todos los cantos de sirena del neoliberalismo.

Porque no nos engañemos, la Dictadura Cívico Militar y su aventura malvinera fueron producto del intento, finalmente redondeado con el menemato, de instalar en nuestro país un modelo que subordinara al pueblo a los intereses del capital.

Y cuando la aventura salió mal, nada mejor que mirar para otro lado y hacer como que en realidad todo eso nunca pasó.

Como no ocurrieron los suicidios de decenas de jubilados durante el gobierno de Carlos Menem, quien si tuviera una pizca de conciencia, al igual que Domingo Cavallo, seguramente no podrían conciliar el sueño.

Los suicidios de jubilados, el primero de ellos ha ocurrido en Grecia esta semana y seguramente no será el único si persiste el plan de ajuste de los sectores más humildes. No porque los jubilados decidan boicotear la gestión del gobierno, sino porque ante la desesperación de caer en la indignidad después de una vida de trabajo seguramente muchos sigan el mismo camino.
¡Con gloria morir!

¡Qué fuerte suena en boca de nuestros ex combatientes!

La misma gloria de nuestros jubilados que se arrojaban al paso de un tren; la misma gloria de quienes desaparecieron por catequizar en una villa; por militar en un sindicato o en política.
Que fácil resulta a veces decir determinadas palabras y que difícil llevar algunas de ellas a la práctica.

Recuerdo ahora “es mejor morir de pie a vivir de rodillas”.

San Martín; Lenín; el Che Guevara, todos ellos, dicen las han pronunciado a viva voz y seguramente muchos más a lo largo y ancho de la historia.

La vida y la muerte.

¡O juremos con gloria morir!

A lo largo de la vida, quienes hemos pasado los cuarenta debimos enfrentar distintos momentos en que era imperioso plantarse ante ella y decir hasta acá llegué.

Lamentablemente no fuimos los suficientes y los que lo fuimos no fuimos lo suficientemente lúcidos para esclarecer a quienes seguían la comparsa.

La Argentina pasó en la última mitad de siglo por varios momentos de saqueo de nuestros recursos.

Los dos más evidentes fueron aquel del “déme dos” de la dictadura en Miami y Uruguayana.

¿Se acuerda?

Y después el de la apertura indiscriminada de los mercados durante el menemismo.
Cerraban empresas y fábricas; se perdían oficios; pero por sobre todo se perdía la dignidad del trabajo organizado, con derechos, del trabajo como derecho humano.

Pero... ¿Qué tiene que ver todo esto con “gloria morir”; con la dictadura y los pibes de Malvinas? Y mire, yo le diría que todo.

Me atrevería a decir que la dignidad de vida es parte de la gloria, de vivir con gloria, de glorificar la vida. Y si, se puede morir en ese tramo, pero ya es otra cosa.

Lo importante, siempre, es la vida. La muerte es, quizás, la única certeza que tenemos al nacer, pero la vida...

Por eso es justo y necesario que se reivindique a nuestros soldados, a esos pibes que pusieron el cuerpo y la acción a la letra de nuestro himno.

Porque es demasiado fácil apelar a la muerte, sobre todo si es ajena.

 
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