Editorial
*Por Hugo Delgado
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Cuando se acaban las ideas comienza la violencia.
Más o menos esbozado ese sería el concepto desde el que la sociedad organizada ha repudiado desde siempre la violencia.
Podríamos abundar en citas que reflejen el repudio de la sociedad hacia la violencia y los violentos, de hecho hace no mucho en este mismo medio hemos dado cuenta de repulsas similares, sin embargo los hechos se reiteran cada vez con más frecuencia en la sociedad.
Un sector de la sociedad identificado con la sociedad Rural y algunos partidos de la oposición como el PRO y el Peronismo Disidente convocaron a sus propias muestras de indignación con cacerolas.
Por una justicia independiente; por la libertad del dólar, eran los reclamos esenciales, al que luego se agregaron reclamos varios como “no queremos que se vaya (por la Presidenta Cristina Fernández) pero queremos que cambie”.
Curiosamente todo esto sazonado con arengas de cierto sector del periodismo que, piruetas varias mediantes, ha pasado de criticar la política de asfixia del Grupo Clarín a trabajar para él, como el caso de Jorge Lanata, quien desde su programa manifestó el “no se debe agredir a los periodistas independientes” dejando abierto el interrogante a la luz de los hechos ¿A los que no se considera independientes se los debe agredir?
Lo real es que el clima se enrarece fundamentalmente desde la necesidad de los grupos concentrados de poder de desligitimar toda voz que intente cuestionar la uniformidad del mensaje hegemónico.
¿Esto es nuevo?
Ciertamente que no. Fueron esos medios hegemónicos, junto a los mismos sectores de la sociedad que protagonizaron (los primeros generando consenso y los segundos proveyendo recursos y cuadros) todos los golpes de estado que conoce la sociedad argentina.
Combinación letal que sufrieron tanto radicales como peronistas cuando ejercieron el poder, porque es necesario recordar que estos sectores solo gobernaron usurpando el poder popular por medio de golpes de estado o torciendo las voluntades de los Presidentes democráticos una vez asumidos.
Sectores cínicos y de doble discursos que cuestionan cualquier avance en materia de justicia social, a la que califican de asistencialismo electoralista mientras siguen haciendo uso de sus propios “subsidios de facto” como la evasión impositiva a través de “contabilidades inteligentes” que les permiten pagar centavos por sus fortunas o el mísero aporte impositivo de los latifundios, obtenido a través de la acción del lobby agropecuario.
Son los mismos sectores que no dudan en reclamar auxilio del Estado ante cualquier adversidad, pero se niegan a aportar parte de las ganancias generadas por condiciones extraordinarias.
Sectores que se consideran a si mismos La Patria o La Nación, según el caso y que consideran, como tales, que la sociedad toda debe rendirle tributo.
Sectores reaccionarios que han vivido toda su vida de las arcas públicas, recordemos que gran parte de la Deuda Externa contraída por la última dictadura fue privada (es decir de sectores privados) lo que no impidió que se la estatice para que todos los argentinos asumamos su costo.
En eso estamos, eso es lo que discutimos, y eso es lo que molesta que se muestre.
Una palabra, una voz, que no sea cómplice del poder económico debe ser silenciada.