Opinión

De cacerolas, insultos e incertidumbre opositora
Por Daniela Bambill


La movilización de anoche convocada por diferentes sectores con pretendida espontaneidad y sin representatividad concreta más allá del espíritu quejoso que caracteriza a la clase media argentina deja varios puntos de análisis.

Soslayar el impacto mediático y su consecuencia en el humor social seria de una simpleza absoluta. Han logrado el cometido inmediato, pero a mediano y largo plazo este tipo de manifestaciones está envuelta en la incertidumbre que genera la antipolítica para la proyección de cualquier proyecto de Gobierno.

Ninguno de los dirigentes opositores desde la derecha a la izquierda, todos se han colgado de la movilización de las cacerolas, es capaz de encauzar esto en términos políticos y es en este punto adónde se puede visualizar al gran perdedor de la noche ruidosa vestida de Cristian Dior: La oposición argentina.

Lejos de capitalizar esta manifestación de rechazo a las políticas públicas populares que dan lugar al crecimiento más impresionante de los últimos 57 años, la oposición política en su variopinto rejunte debería replantearse su rol concreto en la dinámica democrática.

Toda esa gente que reclamaba con consignas marcadas por la agenda de los medios de prensa oligopólicos no seguirá a ningún “mesias” que los salve del asqueroso mundo peronista en el cual lo obligan a vivir.

Esa gente, porque esta vez no hablamos de pueblo, sino de gente en su sentido más literal representando el colectivo del individualismo, entre insultos a la Presidenta, consignas anacrónicas como las esvásticas, la burla a las Madres de Plaza de Mayo, no tienen un interés mayor que el de manifestar su odio. Y no es menor el dato. No hay propuesta política alternativa, no hay visión clara de lo que se pretende más allá del insulto.

Si se les propone hacer el ejercicio mental de imaginar el futuro inmediato en un escenario de renuncia presidencial y las consecuencias y que es lo que pretenderían el día después, no sabrían que responder.

No hablo de los dirigentes que fogonearon la movilización ni de los periodistas sicarios del poder económico concentrado históricamente, si no de los individuos que agitaban sus carteles tan disímiles y sin contenido concreto.

Cuándo se manifiesta la antipolítica no está perdiendo este Gobierno ni este Proyecto que ha puesto a la POLITICA en escena, pierden aquellos dirigentes que todos juntos han sacado en las urnas el 46% de los votos, pero que de ninguna manera pueden unificar sus propuestas en un mismo proyecto.

Como militante aspiro a ver una oposición seria, con un proyecto alternativo contribuyendo al fortalecimiento de la Democracia, este rejunte de individuos que solo persiguen un espacio de poder y hacen del insulto y la queja su bandera no constituyen una alternativa.

No obstante se debe prestar atención a este tipo de manifestaciones porque más allá del análisis detrás de todo esto está el mismo enemigo de siempre, que no es esa gente sino quienes los utilizan.

La simplificación de los hechos no contribuye al análisis ni a la estrategia de acción para encarar el camino que debemos continuar construyendo sin defecciones ni defecaciones.

La historia nos ha demostrado que las mezquindades, los egoísmos, la soberbia y la “plancha” que hacen quienes creen tener la “vaca atada” son los peores enemigos que tenemos como militantes.
Redoblar el esfuerzo para no caer en la trampa de la “historia circular” mirar el entorno, mirar hacia adentro es la tarea que debemos encarar para seguir construyendo un camino hacia adelante.

La Presidenta lo ha repetido una y otra vez. “yo sola no puedo, necesito del compromiso y la acción de todos” esta PATRIA la construimos todos y la defendemos todos.

 
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