Opinión



Rojo y negro

*Por Juan Carlos Giuliani



La memoria histórica registra los acontecimientos del 16 de septiembre de 1955, de 1974 y de 1976, vinculados por lazos de sangre, lucha, luto y dolor.




La revancha oligárquica

[16/09/2008 - ACTA] El 16 de septiembre de 1955 la oligarquía asesta su golpe de gracia al gobierno popular de Juan Domingo Perón. Las clases dominantes cortan de un solo tajo la expresión del más alto nivel de conciencia y organización alcanzado por la clase trabajadora argentina.
Los plumíferos del régimen, con cinismo, la llamaron "Revolución Libertadora", denominación que el pueblo sabiamente, y con justicia, rebautizó "Revolución Fusiladora".
La restauración del sistema oligárquico no se privó de ningún arma para desterrar de la memoria colectiva los diez años más felices de realizaciones y participación que había vivido nuestro pueblo en su derrotero histórico. La caza de brujas no conoció límites: prohibieron nombrar a Perón, cantar la marcha, persiguieron, encarcelaron, torturaron y asesinaron a los militantes de la resistencia. Compraron a los alcahuetes y destilaron -por izquierda y por derecha- su odio al subsuelo de la patria sublevado el 17 de octubre de 1945. La figura de Evita fue estigmatizada, su cadáver vejado y, con la complicidad de la cúpula de la Iglesia, enterrado en un ignoto cementerio italiano.
Los militares que habían asaltado el poder con la promesa de que no habría "vencedores ni vencidos", muy pronto mostraron las uñas: fusilaron sin juicio previo al General Valle y a otros militares patriotas que se levantaron contra el régimen usurpador. Un fusilamiento político que no se repetía desde la inmolación de Dorrego a manos de Lavalle. Otro grupo de militantes peronistas sería acribillado en los basurales de José León Suárez. Episodio infame de la historia argentina inmortalizado por Rodolfo Walsh en "Operación Masacre".
La resistencia heroica de los trabajadores, inorgánica y fragmentada en sus inicios, pero potente y creativa con el correr del tiempo, fue mellando a la dictadura militar-oligárquica que tres años después del derrocamiento de Perón se vio obligada a llamar a elecciones con la proscripción del movimiento nacional.

El honor acribillado

Otro 16 de septiembre, en 1974, el dirigente sindical y ex vicegobernador de Córdoba, Atilio López, era cobardemente asesinado por los sicarios de la Triple A. Lo acribillaron con 132 disparos. Tanta furia criminal sólo se explica en la necesidad de instalar el terror como política de subordinación a la estrategia de los grupos de poder que aguardaban agazapados el momento oportuno para terminar con el gobierno títere de Isabel y López Rega. El asesinato se produjo el día en el que se recordaba el decimonoveno aniversario de la llamada "Revolución Libertadora".
El "Negro" Atilio ganó la consideración de los trabajadores cuando, actuando en el peronismo de la resistencia a poco de la caída de Perón en 1955, dirigió la primera huelga en el período de la "Revolución Fusiladora", enarbolando los programas obreros aprobados en Huerta Grande y La Falda. Histórico dirigente de la UTA y de la combativa CGT Córdoba, lideró en 1969 junto a Agustín Tosco y Elpidio Torres la gesta del Cordobazo que provocó la caída del dictador Juan Carlos Onganía.
En 1973 el voto popular lo consagró vicegobernador de la provincia, como compañero de fórmula de Ricardo Obregón Cano. Las clases acomodadas gastaron ríos de bromas por la forma de hablar del "Negro", por sus modales y su estilo de vida llano, franco, de pueblo. Como si los trabajadores no supieran distinguir gato de liebre: al país lo fundieron los doctores con posgrado en Harvard y no los laburantes que se comen las "s".
En febrero de 1974, a nueve meses de iniciada su gestión de gobierno, Obregón Cano y López fueron desplazados del poder por una oscura sublevación policial, el tristemente célebre "Navarrazo", que fue consentido por el Gobierno de Perón.
A mediados de junio de 1974 había viajado a Buenos Aires para ver a su querido Talleres en la cancha de River. Allí cayó en una redada y fue asesinado por la ultraderechista Triple A, hecho que provocó una profunda conmoción en Córdoba, que quedó reflejada durante el velatorio y el sepelio de sus restos acompañados por una multitud acongojada.

Los lápices siguen escribiendo

El 16 de septiembre de 1976 jóvenes integrantes de la UES, JP y Montoneros fueron secuestrados en la ciudad de La Plata y más tarde fusilados. Tenían entre 16 y 18 años, y la utopía de cambiar el mundo. Reclamaban un boleto secundario de tarifa baja y eran militantes comprometidos con un proyecto de liberación.
El 16 de septiembre a la madrugada fueron arrancados de sus casas Claudio de Acha, Horacio Húngaro, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner y Daniel Racero. “La noche de los lápices” fue el nombre dado por el genocida de Ramón Camps a ese operativo de terror.
Pablo Díaz fue el último estudiante secuestrado y uno de los sobrevivientes. Cuenta que en la despedida de Claudia Falcone cuando él la insta a recapacitar sobre la posibilidad de un reencuentro ya en libertad, recibe una respuesta categórica: "No, Pablo. No vamos a salir. Brinden por nosotros todos los fines de año". La respuesta transmite la decisión meditada de no ser un "perejil", lugar al que los ha querido arrinconar la teoría de los dos demonios.
El comienzo del fin del Estado de Bienestar, el brutal crimen de un líder del sindicalismo combativo y la masacre de seis militantes estudiantiles tiñen el septiembre histórico de rojo y negro. Rojo de sangre y lucha. Negro de luto y dolor.

* Secretario de Comunicación y Difusión de la CTA.

 
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