Opinón
Tala indiscriminada y alud van de la mano
por Miguel Bonasso *
(11/02 - ACTA) Si consideramos lo que ocurrió en abril de 2006, basado en opiniones científicas, queda claro que sin el bosque las laderas se vuelven cada vez más débiles y esto favorece los desbordes.
Por otra parte, cambia el régimen de lluvias porque está comprobado que las quemas envían a la atmósfera gases contaminantes cinco veces superiores a los industriales. Las consecuencias son imprevisibles y generalmente catastróficas.
Por supuesto que las construcciones en ese lugar acentúan la gravedad de la situación. Existe en todo esto una doble responsabilidad: la del gobernador Juan Manuel Urtubey y la del secretario de Ambiente Homero Bibiloni.
Si se comprueba que hay una relación de causa y efecto entre la tala indiscriminada y el alud, hay que señalar con todas las letras que se trata de una acción criminal. El gobernador no ha cumplido sus promesas electorales y se convierte en un continuador de la obra depredatoria de su antecesor y supuesto antagonista Juan Carlos Romero.
El responsable de la secretaría de Ambiente, además, tiene una connivencia con el feudalismo de la provincia. Evidentemente, Salta es una provincia feudal. Esconde su feudalismo bajo su escudo de federalismo.
La sojización del país, la deforestación a estos niveles alarmantes y brutales, no son una amenaza para las futuras generaciones sino para los habitantes de hoy en día. Es una amenaza mortal. Una de las cosas peores que resultan de este modelo económico de concentración –porque al lado de los damnificados hay grandes terratenientes– tiene que ver con que son los olvidados de siempre. Hay un sector de nuestra población que está absolutamente desprotegido: las comunidades campesinas, los wichis. Hay una incuria por parte del sector público.
¿Por qué no mandan las cámaras ahí, los mismos que mandan las cámaras a Gualeguaychú? Para que no haya otra tragedia es importante que se expanda la comunicación en los medios. El Estado debería ser, como definición, el refugio de los más débiles. Los campesinos, los ambientalistas, todos los que defendemos el medio ambiente, tenemos que unirnos.
Parece que estuviéramos defendiendo el paisaje pero la Argentina está en riesgo de ser deshidratada y también asfixiada: están atacando los glaciares –el agua–, y los bosques, que son los pulmones del país.
*Periodista y escritor. Diputado Nacional por Diálogo por Buenos Aires
Las Penas son de los Trabajadores
*Por Jorge Rachid
Parafraseando a Don Atahualpa Yupanqui, “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”, mientras los trabajadores penan, las ganancias son de las ART ya que quienes deberían cuidar el único capital que tienen los trabajadores, que es su salud, se dedican a rechazar accidentes como enfermedades inculpables preexistentes, en vez de apuntalar e invertir junto a las empresas en medidas de higiene y seguridad en el trabajo.
(Nota completa)
*Por Jorge Rachid
27/10 - Mi homenaje en un artículo escrito desde el dolor y el compromiso militante, es un homenaje a la política, a la militancia, la entrega, el compromiso, la memoria de nuestros compañeros y la voluntad de transitar los caminos de nuestro pueblo aún a costa de nosotros mismos como testimonio de entrega y vocación de servicio.
(Nota completa)
*Por Alcira Argumedo
(18/03) En las múltiples y turbulentas discusiones sobre el DNU, es sintomático el silencio acerca de las posibilidades existentes para obtener ingresos fiscales que no provengan del uso de reservas ni de ajustes en despidos, salarios y gasto social.
(Nota completa)
14/09/12 – Un recorrido por las opiniones del universo blogger sobre la marcha y los cacerolazos de este jueves.
(Nota completa)
*Por Hugo Delgado
Algunos pensaron que se acababa el sueño, otros, me incluyo, pensamos en el 2015.
Algunos seguramente no pudieron evitar un orgasmo al pensar que la construcción de estos siete años se derrumbaba con su muerte.
¡Qué equivocados estábamos todos!
¡¡Qué equivocados!!
(Nota completa)
*Por Hugo Delgado
El mismo país, la misma clase media, el mismo terror, el mismo desprecio, que en un tiempo que parecía enterrado en el olvido, sus antepasados de clase sintieron por los migrantes internos que abandonaban la siesta de las provincias para llegar a la capital.
(Nota completa)