Editorial

Cambiar Picana por Pluma
*Por Hugo Delgado
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Hablábamos en nuestro número anterior del rol de los periodistas en la dictadura, a propósito de las graciosas declaraciones de la Señora Mirtha sobre el secuestro de su sobrina y la suerte del compañero de esta y decíamos que con esta confesión de la Diva de los Tenedores se caía una de las mentiras más arduamente construidas desde la recuperación de la democracia: “el Yo no sabía nada”.

Una coartada difícil de creer pero al cabo también difícil de probar ante tamaño cierre de filas de los encubridores del horror.

Lo cierto es que las palabras de Doña Mirtha dejan desnudos en medio del oprobio a los periodistas, comunicadores y mentidores de toda calaña que han rapiñado el sustento a base de silencio sobre el genocidio y desinterés de la suerte colectiva del Pueblo.

Porque no vamos a hablar ya sobre los militantes, como si en todo caso la militancia de cualquier tipo, aún en las organizaciones armadas justificara el secuestro la tortura y la desaparición, sino que hablaremos sobre las personas comunes. Los pibes que estudiaban el secundario; los obreros que no eran borregos y tenían la inquietud de organizarse para que no los siguieran explotando; los curas que entendían que debían atender con su acción a los que menos tenían (como aquel otro del que hablaban); los empresarios que tenían un botín que algún militar o miembro del entorno económico apreciaba; y porqué no, hasta aquellos hombres que tuvieron la desgracia de tener una pareja deseada por algún jerarca del exterminio. En definitiva todos y cada uno de los argentinos que fueron tomados más o menos distraído por la represión feroz de quienes se sintieron dios y decidieron actuar como tales.

Y sobre ellos, sobre su suerte, es que vamos a hablar. Sobre las miles de muertes gratuitas que estos señores pudieron haber evitado, o al menos tratado de evitar con su palabra.
Es que es muy sencillo decir “ si en esos años hablabas te desaparecían”.

¡Es cierto!

Pero en todo caso ese era el riesgo que debía correr quien era periodista y si no le daban los genitales para cumplir con su deber como correspondía, al menos tenían la obligación de no mentir, de no tergiversar la verdad, de no manipular la realidad, porque como bien dijo don Mario Benedetti “uno no siempre hace lo que quiere, no siempre puede, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere.”.

Y si no usaron ese derecho, tan natural como la vida misma los periodistas que en ese momento fueron cómplices del exterminio que se practicaba en el país hoy deben hacerse cargo. En realidad debieron haberse hecho cargo allá por 1983. Pero como no tuvieron, ni tienen hoy la dignidad de hacerlo, es la sociedad, somos todos nosotros quienes debemos obligarlos a hacerse cargo.

Porque en definitiva, a quedado establecido en la Ley que no es constitucional la aplicación de la figura de Obediencia Debida y si entendemos que no pudieron ampararse en esa figura quienes secuestraban, aplicaban picana y desaparecían (aunque como ellos mismos dijeron corría riesgo su vida) porqué debemos aceptar que los periodistas nos amparemos en esa obediencia debida.
Hoy, esos mismos periodistas que fueron cómplices de Videla, Martínez de Hoz y toda la banda siguen siendo cómplices de quienes actúan contra el Pueblo.

Hoy vuelven a escudarse en el mismo argumento que ya les dio tan buen resultado, la obediencia debida, porque si no mienten, si no engañan, si no convencen a sus lectores, televidentes, oyentes pierden su trabajo (y su auto, su bote y su casa quinta).

Ahora... La pregunta que nos debemos como sociedad es si estamos dispuestos a tolerar que nos mientan engañen y manipulen un grupo de sujetos, para poder sosteniendo su nivel de vida. Si vamos a seguir tolerando que nos mientan, que deformen deliberadamente la realidad porque “ese es su trabajo”.

En definitiva debemos plantearnos como sociedad si estamos dispuestos a seguir alimentando a los cómplices de nuestros verdugos.

Quienes ejercieron el periodismo en esos años deben hacerse cargo del peso de sus acciones y si ellos no quieren hacerlo debe ser la sociedad la que se haga cargo y dentro de la sociedad los periodistas que no tenemos nuestros valores podridos por la impunidad debemos ir a la cabeza de ese reclamo de justicia.

 
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