*Por Eva Golinger,
abogada y escritora
12/12/12-.La
primera vez que conocí a Hugo Chávez fue en las Naciones Unidas en Nueva
York, en enero de 2003. Me preguntó mi nombre, como si estuviéramos
charlando entre amigos apenas conociéndose. Cuando le dije “Eva”, me
respondió, “Eva, ¿sí?”. “Sí, Eva”, le dije “¿Sabes que mi hermano se
llama Adán?”, me dijo, y continuó: “Mi mamá quería que yo fuera hembra
para ponerme Eva ¡y mira que salí yo!”. Se rió con esa risa suya, tan
sincera y pura que siempre contagia a todos los que la escuchan.
Salió él.
Chávez, hasta a sí mismo se subestimaba.
Salió un
hombre más grande que la vida con un inmenso corazón lleno de pueblo, latiendo
patria. Salió un ser humano con una enorme capacidad de persistir y mantenerse
de pie frente a los más poderosos obstáculos.
Hugo
Chávez soñó lo imposible y lo logró. Asumió la responsabilidad de las
grandes y difíciles tareas que quedaban pendientes desde la época de la
independencia, lo que Simón Bolívar no podía lograr por las fuerzas adversas en
su contra. Chávez lo cumplió y lo hizo realidad. La Revolución Bolivariana, la
recuperación de la dignidad venezolana, la justicia social, la visibilidad y el
poder del pueblo, la integración latinoamericana, la soberanía nacional y
regional, la verdadera independencia, la realización del sueño de la Patria
Grande y mucho, mucho más. Todos estos son logros de Chávez, aquel hombre que
salió así.
Hay
millones de personas alrededor del mundo que ven en Hugo Chávez una
extraordinaria inspiración. Chávez alza la voz sin temblar ante los más
poderosos, dice las verdades –lo que otros temen decir- no se arrodilla nunca
ante nadie, anda con firme dignidad, la cabeza en alto, siempre con el pueblo
por delante y la visión y sueño de la patria próspera, justa y feliz. Chávez
nos ha regalado a todos una fortaleza colectiva para combatir las
desigualdades, las injusticias, para construir patria y para creer que un mundo
mejor no es sólo un sueño, es una realidad alcanzable.
Chávez,
un hombre que podría andar con los más ricos y poderosos del mundo, prefiere
estar con los más necesitados, sintiendo sus dolores, abrazándolos y buscando
como puede mejorar sus vidas.
Recuerdo
un cuento que Chávez contó una vez, o varias veces, como suele hacer.
Andaba en su caravana, por allí por los llanos en esos caminos largos y
planos que parecen seguir hasta el infinito. De repente apareció un perro
en la orilla de la vía, caminando cojo con una pata herida. Chávez dio órdenes
para parar su caravana y salió a recoger el perro. Lo abrazó y dijo que lo
tenían que llevar a un veterinario. “¿Cómo podemos dejarlo aquí, solito y
herido?”, preguntó. “Es un ser, es una vida, hay que cuidarlo”, dijo,
demostrando su sensibilidad. “¿Cómo podemos llamarnos socialistas sin importar
la vida de los demás? Hay que amar, hay que cuidar a todos, incluyendo a los
animales, que son unos inocentes”, recordó.
Cuando
echó ese cuento me hizo llorar. Lloré porque amo a los animales y son tan
maltratados por tantos, hacía tanta falta que alguien como él, Chávez, dijera
algo así para despertar conciencias sobre la necesidad de cuidar a los que
cohabitan con nosotros en este planeta. Pero también lloré porque allí Chávez
confirmó lo que yo ya sabía, lo que yo sentía, pero que a veces uno duda de sí
mismo. Allí Chávez confirmó que en el fondo, es un ser sencillo, sensible y
amoroso. Un ser al que le duele el corazón cuando ve un perrito herido. Un ser
que no solamente siente, sino actúa. Así salió él.
Cuando
Chávez llegó a la presidencia de Venezuela el país andaba cojo. Él había
visto sus heridos y sabía que tenía que hacer todo lo que podía para ayudarla.
Llevó a Venezuela entre sus brazos, apretadita, buscando como mejorarla.
Entregó todo de él –su sudor, alma, fuerza, energía, inteligencia y amor– para
convertirla en dignidad, desarrollo, soberanía, patria. La atendió día y noche,
nunca dejándola sola. Encontró su belleza, su fortaleza, su potencial y su
grandeza. La ayudó a crecer, fuerte, hermosa, visible y feliz. Impulsó su
renacimiento y llenó su pulso de fuerza y pasión, de poder popular y pueblo
digno.
Chávez
ha entregado todo de él sin pedir nada a cambio. Hoy,
Venezuela crece y florece, gracias a su entrega, gracias a su dedicación,
gracias a su amor.
Menos
mal que salió así, Chávez.