Editorial

La Justicia como construcción hipócrita
*Por Hugo Delgado
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Mucho se ha escrito y mucho se va a escribir seguramente sobre la justicia. Pero... ¿Qué es la justicia? Y lo más importante ¿Realmente existe?

La justicia es en realidad una suerte de entelequia, una creación colectiva de nuestros deseos.
La creación de la Corte Internacional de Justicia, para castigar los denominados Crímenes de guerra tal vez sirva para poner más en evidencia esta circunstancia.

Es que las FOI (Fuerzas de Ocupación Israelíes) cometieron todo tipo de acciones criminales contra la población civil en la Franja de Gaza; estos crímenes fueron probados en reiteradas ocasiones por un equipo de investigación formado por la ONU al respecto y al que no se lo puede tildar de parcial.

Sin embargo, como en los casos cotidianos de nuestra justicia, cuando el acusado tiene dinero y poder... La impunidad es la moneda corriente.

En este caso el poderoso y adinerado es el Gobierno de Israel. Gobierno que ha asesinado a algo más de un millar de civiles palestinos en algo menos de tres semanas. Entre sus crímenes se encuentran haber usadas armas desaconsejadas por la Convención de Ginebra en lugares habitados por civiles; haber bombardeado lugares especialmente protegidos por los tratados internacionales como escuelas y templos; haber usado a civiles como escudos humanos; haber impedido que las misiones humanitarias acudieran a socorrer a heridos provocando esta demora su muerte o amputaciones graves.

No se trata aquí de condenar al pueblo de Israel todo, dado que numerosos sectores de ciudadanos de este país se oponen a estas masacres y a la posición beligerante del Estado de Israel.

Se trata lisa y llanamente de llevar al banquillo de los acusados a quienes han realizado actos considerados criminales por la humanidad toda.

Si estos actos hubieran sido llevados a cabo por países menos poderosos seguramente ya estarían invadidos y sus poblaciones civiles masacradas en nombre de la justicia, en cambio, en este caso ya se ha planteado que “es inconveniente” avanzar con el tratamiento del informe Goldstone.
Otras cuestiones paradójicas se dan en este asunto.

En primer lugar el alarmante silencio de nuestra “prensa nacional”, esa que habla de “censura” cada vez que se intenta limitar alguna de sus prerrogativas. Este tema, que no es para nada menor ha sido ignorado olímpicamente por nuestros medios adalides de la libertad.
El segundo tema tiene que ver con la autocensura.

A muchos colegas les provoca escozor tocar “el tema palestino” por miedo a ser encorsetados con el mote de antisemitas.

Hay un par de cuestiones a aclarar a este respecto, la primera, no olvidar que también los palestinos son semitas, y la segunda, tomar conciencia de que callar por temor es una de las peores formas de cobardía.

No olvidemos que no en vano los militares genocidas hicieron carne aquello de “el silencio es salud”, a lo que los trabajadores de prensa argentinos opusimos el “la peor opinión es el silencio”.
Hablar, hablar es la más sana de las opciones en este momento. Hablar, aun con la posibilidad de cometer errores.

Hay un pueblo entero sitiado, sometido a la agonía de la sed; obligados a abandonar sus propiedades cuando la fuerza invasora lo decide; privados de su derecho a la salud y al trabajo y como si todo esto fuera poco, masacrado de manera regular.

Si la acción no la estuviera realizando el estado de Israel sería llamada genocidio, sin embargo, en nombre del holocausto sufrido por el pueblo judío la humanidad toda está mirando para otro lado ante la doliente pasión del pueblo palestino.

¡Algo hay que hacer para que los bulldozer dejen de derribar casas con sus ocupantes adentro! ¡Algo hay que hacer para que niños mueran por haber cometido l delito de nacer en una tierra que otro pueblo desea!

¡Algo hay que hacer! No se muy bien que, pero hablar sobre el tema es empezar a hacer algo.

 
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