Opinión

Ganar como sea
*Por Juan Pablo Marrón

(04/12) ¿A qué futbolistas representa la tira “Botineras”?, ¿a los pibes qué cuándo terminan un entrenamiento se alistan como obreros en una fábrica y juegan por dinero en la villa, o a los que se incorporan al jet-set y a la noche conducida por grandes máquinas y burbujas de relieve?... La ficción que pretende contar un mundo de jugadores que todavía es minoría, pero que amparado por algunos medios y el consenso social, gana millones mientras la gente que los mira no puede pagar una entrada.

La historia se genera siniestra pero determinante. Un grupo de mujeres mercantilizadas, un futbolista millonario, asediado y controvertido en un caso policial, un representante corrupto y una empresa de espías que delatan, bajo intereses monetarios (el capital es el eje central de la novela), los gustos y formas de los deportistas adinerados para que se transformen en presa fácil. Con técnicas de servicios de inteligencia, casi como para desmoronarse en la trampa, la mujer conquista al hombre ya conquistado y se instala decretando el matrimonio como su solución posible. Una alta gama de los protagonistas de nuestro fútbol que ahora pisan el continente europeo ostentan una vida de lujos, pobre desarraigo, autos cero kilómetro, cuerpos erigidos y la compañía de la chica de moda. Posicionados mediáticamente sus valores como los únicos se construyó una identidad positiva en el futbolista vestido al deseo de la industria pero chato en su lenguaje y en su profundidad. Con los mismos recursos culturales con los que debutó en primera pero custodiado por la solidez de la imagen. Esos modelos, amparados, institucionalizados y legalizados por una de las veredas del periodismo y por la sociedad casi toda que se manifiesta en consenso al afirmar: “si generan toda esa plata está bien que se la lleven” o “cuando larguen el fútbol no van a poder laburar”, pero jamás cuestionándose porque generan toda esa plata y porque el mercado laboral prescindirá de ellos a la mitad de la vida, son los que en la plenitud de la modernidad están vistos como los salvadores de la patria o en el mejor de los casos como héroes. La tira “Botineras” expresa de manera crítica y positiva, al menos y por ahora, en posicionar como anti valores a aquellos que se concretan como los trepadores del dinero a cualquier manera y someten sus cuerpos al trote, los jugos de frutas y el desprecio por los libros. Las mismas modelos que se cuidan tanto son las que luego mueren por el costo de una cirugía y a cualquier cantidad, pero falla en prescindir de la muestra de la mayoría de las realidades de algunos miles de futbolistas argentos. Más allá de la profesionalización creciente los jugadores de fóbal nacional poco tienen del “Chiqui” Flores. Aunque en la primera división estos estilos de vida han logrado un pesaje mayor en la década del 2000 y desde los ´90 en menor medida. La farandulización del fútbol llega a su punto culmine, o principal. Respaldado por una masa dirigencial inescrupulosa y la talla de los representantes así se expresa la desigualdad entre unos y otros. Lo único que importa es ganar y parece que a cualquier costo. La historia no la descubre “Botineras” aunque no está mal hacerla pública, el tema es que se interprete que lo peor de nosotros se exhibe cuando la plata que se pone arriba de la mesa es mucha.

 
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