Opinión

Los dueños de la Democracia
Por Jorge Rachid
jorgerachid2003@yahoo.com.ar

(04/12) En el concepto occidental de la democracia, basado en el ideario de los griegos que intentaron construirla y lograron trasmitir valores, el Gobierno del Pueblo se daba en el marco en el cual el pueblo era considerado sólo como aquellos afortunados poseedores de bienes y esclavos, que por supuesto se reunían en el Olimpo de los Dioses a discutir sus cosas terrenales durante su tiempo ocioso, o sea siempre, mientras los esclavos y los artesanos que, aunque emancipados, no eran considerados pueblo y debían seguir produciendo.

En nuestros días, algunos sectores que lograron una considerable concentración eco-nómica en el tiempo neoliberal, se consideran dueños tutelares de la democracia, con derechos que nadie les otorgó, para regir los mecanismos del poder y condicionar el funcionamiento de las instituciones y el gobierno en su conjunto. En efecto, aquellos sectores industriales, finan-cieros, agropecuarios, prebendarios de la patria contratista en cuanto gobierno hubo en la Ar-gentina, tanto democrático como dictatorial, enarbolan tesis catastróficas sobre ítems tales como gasto público, inversión social, subsidios y otros tipos de teorías macroeconómicas que supuestamente pondrían en serio riesgo la Nación a futuro.
Porqué lo hacen sería la pregunta de rigor. Será porque la Argentina logró atravesar el tsunami económico-financiero mundial en las mejores condiciones, con daños importantes pero mínimos en su estructura económica, dando respuesta financiera a los vencimientos, manteniendo superávit mínimo pero superávit al fin, con balance positivo en el comercio ex-terior aún superando la peor sequía de la historia de los últimos 50 años. Quizás será porque todo se logró con la ayuda de los REPRO que impidieron los despidos de miles de trabajado-res con políticas proactivas de conservación del empleo y de las industrias, y sinergizando toda la actividad productiva antes que achicando al Estado.
Sin embargo los que se creen dueños del poder embisten desde las editoriales y las cámaras sobre las instituciones, en la campaña más despiadada que se dió en nuestro país des-de Yrigoyen a principios del siglo XX (se puede leer el diario “La Nación” en los días previos al golpe de junio del 30) y contra Perón en el 55. Los mismos argumentos falaces, las mismas diatribas, imitación de los chistes denigrantes e ironías sobre las personas, esmerilamiento del poder y envíos de memorándums a embajadas acreditadas en nuestro país denigrando al go-bierno nacional. Tampoco callan clamando aplicación de doctrinas estrafalarias algunos cons-picuos dirigentes empresariales, en momentos de mayor crecimiento del consumo y de la ac-tividad productiva desde hace años, cuestionando las leyes votadas en el Parlamento, llaman-do a desconocerlas y en medio del griterío, plantean que hay cercenamiento de la libertad de opinión cuando cualquiera puede decir cualquier cosa y cuando los clamores de los tambores de guerra cruzan el Atlántico.
¿Es quizás el llamado “golpe blanco” tipo Honduras el que se está buscando desde sectores de poder de las corporaciones, con el nuevo mapa legislativo de atomización política, pero sensible al lobby en la oposición? Ningún político argentino de oposición y algunos del gobierno resisten dos tapas seguidas de algún matutino sin retroceder hasta pedir perdón. Se nota en los reportajes de los mismos oficialistas sin discursos, que toleran que los periodistas hagan comentarios descalificadores y juicios de valor sobre situaciones puntuales, sin acotar el reportaje y prestándose a ello con respuestas evasivas.
Estamos los argentinos en un problema, que sólo se dirime en la confrontación política entre dos modelos de país. Un país donde el Estado exista y otro donde el Estado sea rehén de las corporaciones empresariales, bien sean industriales o ganaderas. Entre un modelo social solidario, productivo y distributivo, o un modelo rentístico de acumulación de la riqueza y no distributivo de la riqueza. Esa confrontación es escondida por los comunicadores adoc-trinados, que defienden los privilegios de los sectores concentradores de riquezas con el mis-mo énfasis que claman por la pobreza y el desamparo, como si ambos no estuviesen íntima-mente ligados entre los que evaden impuestos y miran para otro lado implorando más subsi-dios y los que necesitan para evadir la marginalidad a la que fueron arrojados por el capita-lismo salvaje neoliberal desde el 76.
Alguien pensó en nuestro país que la ingeniería social producida por el genocidio so-cial de los 90 no traería consecuencias nefastas sobre varias generaciones de argentinos. No vieron acaso como el vecino, el pariente o uno mismo era graciosamente arrojado al desampa-ro de la noche a la mañana, rompiendo los sueños y proyectos de vida de más de doce millo-nes de argentinos. ¿Acaso creyeron que los hijos de esos padres tirados a la banquina de la vida, iban a ser seres agradecidos y solidarios, cuando fueron condenados al día a día de la subsistencia, sin educación, sin salud, sin amparo social, mendigando y humillados por los argentinos que permanecimos adentro del sistema conservando nuestro trabajo?
Sin diagnóstico no hay tratamiento, desviación profesional de quien esto escribe, pero en lo social es igual y en lo político también. Debemos saber dónde estamos parados para saber desde dónde miramos el mundo, la vida y las cosas. Eso se llama ideología y es el motor de nuestras esperanzas más caras, también llamadas utopías y como decía el General Perón, cuando la Patria está en peligro, lo que ningún argentino puede hacer es no estar en algún lado.
Quienes crean que el golpe institucional, llamado eufemísticamente “golpe blanco”, resuelve las situaciones que critican del gobierno nacional, que se interrogue qué intereses está defendiendo, que tenga conciencia que volveremos a la flexibilización laboral, al endeu-damiento, a la pérdida de la capacidad soberana de decisión política, a la entrega de los recur-sos y las empresas del Estado; al Estado ausente y el supremo mercado como regulador y or-denador de las relaciones sociales. En una teoría darwiniana en lo social, donde sólo triunfan los más fuertes. Es el criterio que anida en la discriminación, la intolerancia social, la crimina-lización de la protesta y la invisibilidad de las mayorías populares.
El actual proceso político desde el gobierno tiene sin dudas también una serie de de-mandas pendientes, pero cada vez que se equivocó lo hizo a favor de los intereses de los trabajadores, nunca en contra. Sin dudas el tema de los recursos naturales es un debate abierto en lo estratégico y no resuelto, como los enclaves neoliberales financieros y asegura-dores que van desde las ART hasta las tasas de interés. Que no se pudo aún proceder a la dis-tribución más equitativa de la riqueza es cierto, pero que se avanzó es innegable, con más de 4 millones de puestos de trabajo, reservas superiores al mejor período de la convertibilidad y con menos deuda, con crecimiento a tasas chinas que aún no llegaron a la demanda social creciente, que serán temas a resolver en el marco de la democracia y dentro de ella el pero-nismo como factor cultural y político determinante, aunque no único.
América Latina está despertando en su conjunto. La UNASUR, el Banco del Sur, el sistema de defensa común, el fortalecimiento de los lazos interamericanos de los pueblos, el repudio unánime al golpe en Honduras y a las bases militares extranjeras en Colombia, de-muestran un continente en actitud de soberanía y de unidad para enfrentar los desafíos de la hora. Negarlo sería ignorante y combatirlo es ser parte de los virreyes que saquearon nuestra historia y sometieron a nuestros pueblos originarios.
El futuro es hoy. De las actitudes que adoptemos dependerán los próximos años; los nuevos paradigmas se están escribiendo aunque a veces no se entienda la letra, aunque los procesos sean aluvionales y no científicos como desean algunos intelectuales. El campo na-cional se está reconstruyendo, las desconfianzas deben dar paso a una nueva síntesis política, la fragmentación sólo le sirve al enemigo neoliberal escondido detrás de llamados estentóreos a los consensos sin destino, al congelamiento de situaciones de injusticia, a consolidar el daño realizado por décadas de infamia.
Eso debe definirse: la Patria debe volver a ser justa, libre y soberana, con un pueblo feliz y hasta que eso no esté concretado, los peronistas no podremos dormir tran-quilos con nuestra conciencia.
Jorge Rachid

 
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