*Por Hugo Delgado
La Plaza del odio, de la muerte y el
insulto descalificador y la Plaza del amor, de la camaradería, de la mano
extendida.
Alguien recordó hace no
mucho la frase que reza “las mayorías no odian” y la jornada del 9D parece
darle plenamente la razón.
Porque más allá de la
algarabía; la felicidad; el fervor militante de algunos; la mirada sorprendida
de otros; el amor colectivo de los asistentes fue mucho más que la alegría de
una jornada de festejo.
Los asistentes a la Plaza de
la Democracia; la Plaza de los Derechos Humanos; la Plaza del Amor y de las
Madres tendieron su mano honrosamente a ese sector de la sociedad que luce
permanentemente desencajado, al borde de la crispación, del estallido.
No lo hizo desde el gesto
grandilocuente de la palabra, del discurso; sino desde el sencillo gesto de
evitar la confrontación.
En la plaza que festejo la
democracia y el respeto a los derechos humanos existió esa mano implícita en el
gesto enaltecedor de la sonrisa; de la falta de insultos y agresiones en un
tácito reconocimiento de que muchos de los que estuvieron en el 8N son parte,
deben ser parte de esta misma plaza.
Y la sociedad argentina, esa
porción mayoritaria que, de tan mayoritaria podría arrogarse el derecho de ser
“toda la sociedad” se mostró sin embargo alegre, festiva y no confrontativa.
Quizás porque a sabiendas de
su abrumador poder transformador y de su enorme número dentro de la sociedad,
el que, en un marco democrático le permite modificar la realidad, decidió
tácitamente ampliar más su piso extendiendo la mano al argentino confundido.
Porque es necesario decirlo,
los argentinos debenos negarnos a creer que un porcentaje de nuestra sociedad
vive alimentada por el odio; por el odio al distinto; por el odio al más débil;
por el odio al justo, al solidario.
Es imperativo creer que ese
casi cuarenta por ciento que voto a candidatos de la oposiciçon no es un
cuarenta por ciento de xenófobos; de homófobos, de autoritarios y faccistas
adoradores del odio y la muerte porque si no estaríamos jodidos como sociedad.
Seguramente una minúscula
minoría radicalizada por el fanatismo pueda responder a esos valores, pero
difícilmente lleguen al uno por ciento de nuestra sociedad.
Es difícil imaginar a un
votante del socialismo, del real, odiando a las mayorías oprimidas, o del
radicalismo, o del peronismo (aún el de derecha) o de cualquier partido
democrático.
Parece obvio que existe un
sector de la sociedad que ha sido confundido en sus ideas, como
ocurre con los desprevenidos
que caen en manos de una secta.
Un sector de la sociedad que
es beneficiado con políticas de gobierno como la Asignación Universal por Hijo;
la jubilación de las amas de casa; los aumentos salariales por paritarias; solo
por enumerar algunas de ellas y que manifieste su odio hacia quien lo beneficia
en pos de un desequilibrado amor hacia quienes los
sometieron en la marginación.
Aún un amplio sector de la
clase media, hoy supuestamente afectada por políticas como el cobro de
impuestos, el cierre de la importación de baratijas, la política cambiaria y
otras que olvida que hoy debe tributar porque tiene ingresos y no es un mendigo
trocando sus conocimientos universitarios por comida como en el fin del
menemismo y la crisis del neoliberalismo del 2001.
A esos sectores confundidos,
que emprenden cruzadas detrás de falsos profetas, como la Sociedad Rural cuando
la 125 o Clarín con la Ley de Medios Audiovisuales la Plaza de la Democracia y
los Derechos Humanos le tendió su palma invitándolos a sumarse.
Hubo artistas populares...
Si
Hubo sectores organizados...
Si
Hubo organizaciones
políticas, movimientos sociales, organismos de derechos humanos, organizaciones
de derechos sexuales y reproductivos, movimientos estudiantiles
Pero también hubo, aunque se
quiera tapar el sol con un dedo muchas, pero muchas familias que no fueron en
micros, ni combis, sino en tren y subtes y colectivos quienes quieran hacer como
que fue una gran aparateada del gobierno caerá en el error de sobredimensionar
el aparato de movilización organizada del gobierno.
Quienes quieran hacer de
cuenta que no hubo gente en la Plaza, harán una vez más como en las pasadas
elecciones conde aventuraban un triunfo de la oposición o una victoria acotada
del gobierno apostando a profecía autocumplida, pero desoída por el pueblo.
Como cuando ocurrió la
movida de la 125, el gobierno una vez más demostró que se encuentra en
condiciones de liderar el cambio que se viene desarrollando en el país y que
pese a la crisis internacional sigue sin perjudicar de manera preocupante a los
argentinos.
Argentinos que una tarde
salieron a la Plaza, como muchos años lo hicieron en soledad esas mujeres que
hoy las acompañan con sus mismos pañuelos.
Argentinos que no necesitan
salir a insultar a nadie porque son felices, y que desde esa inmensa felicidad,
felicidad de Pueblo, tendieron sus generosas manos en silencio, cómplices, con
un guiño compinche, compañero, invitando al resto a sumarse al festejo, un
festejo que nunca debemos olvidar es de todos.