El tiro por la culata Editorial


*Por Hugo Delgado

Seguramente en este momento, los responsables de la estrategia de desgaste del gobierno deben estar preocupados. La acción de embargo de la Fragata era una humillación tan grande que hubiera sido de difícil recuperación para el gobierno. Sin embargo Cristina Fernández no solo no se desesperó, sino que respondió con la altura y serenidad de los grandes estadistas que logran convertir un revés transitorio en una victoria espectacular.

¿Qué dirán ahora?
¿Qué estarán pensando?
Seguramente el equipo de estrategas del desgaste está desconcertado.
Salvando las distancias, el “suceso fragata” fue para el gobierno nacional lo que el bombardeo alemán a Inglaterra para Churchill.
Un verdadero desastre inicial del que, no solo se salió airoso, sino que se obtuvo una victoria que dejó al gobierno mucho más sólido que antes.
Es difícil analizar lo que ocurrió con la fragata, hasta doloroso.
Ahora que todo ha pasado podemos detenernos a analizar el papel que jugaron ciertos sectores de nuestra sociedad en el tema y también a medir la representatividad de ellos mismos.
Es que es difícil imaginar que mediciones hubiera obtenido la oposición si se hubiera encuestado a la población sobre el tema.
Lo que si es seguro es que el gobierno ha representado el la cuestión a mucho más del cincuenta y cuatro por ciento que obtuvo en las urnas en las últimas elecciones.
¿Por qué me atrevo a decir esto que, a priori, resulta temerario?
Pura y exclusivamente por la certeza de que muy pocos argentinos van e contra de los intereses del país por conveniencia, ya sea política o económica o de cualquier otro tipo y es necesario señalar aquí que un sector muy importante de la oposición jugó para los intereses extranjeros.
Sin embargo esto no debería extrañarnos ni escandalizarnos porque ya es moneda corriente en nuestra historia.
Desde el comienzo mismo de la Patria, un sector minúsculo de la sociedad actuó a favor de sus intereses económicos y puso estos por sobre de los del país.
Desde los famosos empréstitos y mismísimo Bernardino Rivadavia, Presidente de la Nación y gerente de una compañía minera inglesa, explotadora de un yacimiento que él mismo había concesionado, hasta nuestros días las muestras sobran y no alcanzan los dedos de muchas manos para contarlas.
¿Y por qué esta gente se pudo salir con la suya? Podría ser la pregunta, atinada por cierto.
A fuerza de punta de pistola y asesinatos, desde luego, pero también a fuerza de otro tipo de armas, de apariencia, solo de apariencia, menos peligrosas.
Si nos encargamos de desmenuzar la historia vamos a encontrar no más de cincuenta familias detrás de los hechos más oprobiosos sufridos por la Nación a lo largo de su historia.
Desde la masacre de nativos, hasta las deudas infames, sin olvidarse las grandes represiones y las dictaduras, que nunca fueron militares sino cívico militares en todas sus versiones.
Esta es la cruda realidad.

 
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