Aniversario del asesinato de Dorrego


*Por Ignacio Politzer

Se está cumpliendo un nuevo aniversario del asesinato de Manuel Dorrego un 13 de diciembre de 1828. Es importante rescatar su figura en el marco de las luchas por la independencia que se desarrollaron en toda América en el siglo XIX y de las que se desarrollan en la actualidad.

En 1825, cuando Manuel Dorrego era uno de los hombres más representativos del federalismo de Buenos Aires, Simón Bolívar lo recibió en Potosí para una entrevista que buscaba conformar una estrategia para la región de las provincias unidas del Río de la Plata, Bolivia, Paraguay y Brasil. En ese año comenzó la guerra contra el imperio brasilero por la posesión de la Banda Oriental, y en definitiva, por el dominio de la salida de la América del Sur al océano Atlántico.

También ese año en contra de los deseos de Bolívar nacía la República de Bolivia en homenaje al Libertador. Este pretendía que el ex territorio del Alto Perú siguiera perteneciendo a la comunidad política que surgía de lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata. Ante el pedido del Mariscal Sucre, el hombre de Bolívar en la futura Bolivia, de que este territorio que se había liberado con la última batalla de la independencia (Ayacucho el 9 de diciembre de 1824) fuera retomado por el nuevo esquema de poder que funcionaba en Buenos Aires, desde esta ciudad se respondió que no se quería ese territorio y que hicieran lo que les pareciera. La historia oficial habló de desprendimiento generoso.

Sin embargo el detalle de todo esto era que en plena década del 20, ante el desmembramiento del poder central porteño con respecto a las provincias la aceptación de la incorporación de los territorios del Alto Perú podía generar para las provincias federales un nuevo centro de poder económico y político que los hiciera desistir de negociar con los porteños y buscaran otra salida para sus productos por el lado del Pacífico. O en el mejor de los casos se hubiera integrado un territorio con un sector dominante minero de mucho mayor peso que podría competir como centro de poder con la incipiente burguesía ganadera que se iba asentando en la llanura pampeana.

En ese contexto Dorrego fue a negociar con un Bolívar en su apogeo la posibilidad de que este se inmiscuyera en la guerra contra Brasil y lo ayudara a terminar con el poder central de Buenos Aires. Dorrego garantizaría para el año siguiente todo el apoyo al Congreso Anfictiónico de Panamá por parte de las Provincias Unidas. Para eso primero tenía que tomar el poder de Buenos Aires y asociarse con las provincias que buscaban desarrollar un esquema federal.

Bolívar tuvo que volver a la Gran Colombia por disidencias internas y para cuando Dorrego pudo hacerse con la gobernación de Buenos Aires (1827) las fuerzas del libertador estaban puestas en impedir la balcanización del norte de Sudamérica. El congreso de Panamá de 1826 no había contado con la participación de las provincias Unidas del Río de la Plata y el proceso de fragmentación de la Gran Colombia en tres países parecía no tener freno. Dorrego asumía sin el apoyo externo bolivariano que podría haber contrabalanceado las fuerzas en el Río de la Plata. Sin ese apoyo tuvo que negociar el final de la guerra con Brasil, porque pese a las victorias militares no le facilitaron los recursos de los bancos angloporteños y de esa manera fue Dorrego quien terminó firmando la entrega de la Banda Oriental a los planes británicos. 

Esto fue utilizado como excusa por el unitarismo que lo ahogó económicamente para sacarse de encima en Buenos Aires a la principal figura federal que podía hacer tambalear los planes del proyecto de sojuzgamiento a las provincias. Juan Lavalle, que había sido parte del ejército de los Andes de San Martín, fue el ejecutor de esa política antifederal contra la principal figura que había logrado construir los puentes necesarios para transformar el esquema de poder de las provincias con respecto al puerto.

Hoy en muchos lugares del país hay recordatorios del asesino Lavalle, e incluso en la ciudad de Buenos Aires se erige un monumento, en una plaza con su nombre, que fue construido frente a la casa de la familia Dorrego. Como para que no quedaran dudas históricas sobre el rol que había tenido Manuel Dorrego como opositor a la política porteña. Hoy frente a esa plaza se sitúa el Palacio de Tribunales, donde se hace “justicia”, y parece recordarles a los que pasan por ahí que la traición en pos de un proyecto minoritario de un sector de una provincia fue celebrada por la oligarquía del puerto que luego fue legitimada a través de libros de historia y de la imposición de sus valores como si fueran los del conjunto social.

Por eso es necesario quitar ese monumento al asesino del líder popular más importante de la Buenos Aires de principio del siglo XIX para emplazar quizás el monumento a la democracia, al federalismo y a la independencia de los poderes fácticos en la Argentina que en definitiva fue esa la lucha que encarnó Manuel Dorrego.

 
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