*Por Ana Pérez Luna
14/01/13-.Érase una vez un joven que de joven, rey fue. Érase una vez un dictador que de dictador, viejo murió y érase una vez una época transitoria, que de pura necesidad, en transición cuajó.
Cuenta la leyenda que en un imperio llamado España reinó un monarca que trabajó. Dicen las malas lenguas que fue capaz de permanecer a la sombra de uno de los más sanguinarios tiranos largos años, esperando su oportunidad. Al parecer, el hábil joven supo aprovechar su momento y, en una etapa histórica en que los jóvenes tenían oportunidades entre los poderosos, “se hizo rey”.
La pobre plebe, sometida y aterrada por el viejo opresor agradeció eternamente los gestos de un monarca que se obstinó en traer la paz y la armonía a las calles del reino. Cuentan que su mayor hazaña fue convencer a todos, diestro y siniestro, caducos y modernos, conservadores y progresistas, todos juntos en una misma cruzada: la libertad.
Y fue entonces cuando el soberano, dichoso de su gesta y arropado por la democracia, se echó a dormir.
Soñó con safaris, elefantes, bellas doncellas, viajes, y lujo, mucho lujo. La plebe, mientras velaba el sueño del monarca, comenzó a reconstruir un territorio devastado, lo tornó multicolor, bello, limpio e independiente.
Plebeyos y nobles, obligados a convivir, volvieron a nacer, crecieron, se reprodujeron y dieron paso a nuevas generaciones.
El sueño del rey se eternizó, la manta de la democracia se heló por el rocío de las noches y el reino se fue apagando poco a poco, casi sin dar señales.
Cuando su majestad despertó de su letargo y abrió los ojos se encontró un gentío enfrentado, un país arruinado, de alianzas rotas, rencores reavivados y muchedumbres sublevadas. El tumulto rogaba caridad y sobrevivía “gracias” a la beneficencia. El trabajo y la honra habían dejado de ser derechos. Las calles volvían a ser rincones insalubres, las escuelas parecían desiertas. Y la tristeza teñía todo de un afilado gris.
La confrontación hundía sus raíces hasta bien profundo y una elite acomodada había tomado el poder y volvía a someter, como antaño, a una plebe ya casi extinta de justicia.
Fue así como se escribió la historia de un país que no supo cerrar sus heridas, que no estuvo a la altura de apostar por un modelo de gobierno distinto de la monarquía. España se convirtió en un reino de resistentes que ni dimitieron ni claudicaron.
Colorín, colorado…el cuento aún no ha acabado.
Las Penas son de los Trabajadores
*Por Jorge Rachid
Parafraseando a Don Atahualpa Yupanqui, “las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas”, mientras los trabajadores penan, las ganancias son de las ART ya que quienes deberían cuidar el único capital que tienen los trabajadores, que es su salud, se dedican a rechazar accidentes como enfermedades inculpables preexistentes, en vez de apuntalar e invertir junto a las empresas en medidas de higiene y seguridad en el trabajo.
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*Por Jorge Rachid
27/10 - Mi homenaje en un artículo escrito desde el dolor y el compromiso militante, es un homenaje a la política, a la militancia, la entrega, el compromiso, la memoria de nuestros compañeros y la voluntad de transitar los caminos de nuestro pueblo aún a costa de nosotros mismos como testimonio de entrega y vocación de servicio.
(Nota completa)
*Por Alcira Argumedo
(18/03) En las múltiples y turbulentas discusiones sobre el DNU, es sintomático el silencio acerca de las posibilidades existentes para obtener ingresos fiscales que no provengan del uso de reservas ni de ajustes en despidos, salarios y gasto social.
(Nota completa)
14/09/12 – Un recorrido por las opiniones del universo blogger sobre la marcha y los cacerolazos de este jueves.
(Nota completa)
*Por Hugo Delgado
Algunos pensaron que se acababa el sueño, otros, me incluyo, pensamos en el 2015.
Algunos seguramente no pudieron evitar un orgasmo al pensar que la construcción de estos siete años se derrumbaba con su muerte.
¡Qué equivocados estábamos todos!
¡¡Qué equivocados!!
(Nota completa)
*Por Hugo Delgado
El mismo país, la misma clase media, el mismo terror, el mismo desprecio, que en un tiempo que parecía enterrado en el olvido, sus antepasados de clase sintieron por los migrantes internos que abandonaban la siesta de las provincias para llegar a la capital.
(Nota completa)